La obesidad a lo largo de la historia |139
bien considerada. Un caballero debía ser fuerte e incluso robusto para poder
competir en los torneos y las batallas en donde la corpulencia era fundamental. Por
eso se distinguía entre el gordo y el muy gordo. Sólo se intentaba poner remedio
cuando la obesidad resultaba incapacitante.
Felipe I, rey de Francia entre 1060-‐1108 tuvo que emplearse a fondo para
reprimir las revueltas ocasionadas por la hambruna durante su reinado. Pese a ello
cuando murió estaba tan obeso que no podía montar a caballo. Su hijo Luis VI, fue
conocido como Luis el Gordo reinó desde la muerte de su padre hasta 1137. Se le
conoce también como el batallador, por las numerosas batallas en que intervino
para intentar moderar las ambiciones de los señores feudales. Pese a ello, al final
de sus días era incapaz de montar a caballo a consecuencia de su obesidad.
En las crónicas francesas se recoge que cuando el rey de Francia conoció al
duque de Normandía y rey de Inglaterra, Guillermo I (1066-‐1087), conocido como
Guillermo el Conquistador, exclamó que parecía una embarazada.
Los cronistas de su fallecimiento, sucedido durante los combates de Nantes
en julio de 1807, no zanjan la cuestión de si se debió a un golpe tras la caída de su
caballo o a una enfermedad causada por el calor y su extrema corpulencia.
En España es conocido el caso de Sancho I, el Craso, rey de León. Subió al
trono en el 956 y dos años más tarde fue rechazado por los nobles leoneses y
castellanos debido a su extrema gordura. Sancho acudió a su abuela, Toda de
Pamplona, quien hizo un acuerdo con Abderramán III de Córdoba para recuperar
el reino. Sancho acudió a Córdoba en donde fue tratado por el médico del califa,
Hasday ibn Saprut, de religión judía, quien le mantuvo con infusiones durante
cuarenta días. Algunos dicen que para impedirle cualquier tentación le cosió la
boca y en las infusiones añadía cantidades considerables de Triaca Magna, la
panacea universal que contenía opio. Además un ejército pamplonés-‐musulmán
tomó Zamora en 959 y León en 960 restaurándole en su trono en donde continuó
hasta su muerte en el 966 que no fue pacífica, sino a consecuencia de la ingestión
de una manzana emponzoñada, ofrecida por el conde Gonzalo Sánchez.
Durante la Edad Media, sin embargo, la gordura no resultó estigmatizada, ni
siquiera en sus grados extremos. Era sobre todo un símbolo más del poder.