La obesidad a lo largo de la historia |145
De ahí que a finales del siglo XIX comiencen las dietas de reducción calórica
y otras más peligrosas. En 1880 se aconseja la ingesta de segregaciones de tiroides
de cordero debidamente procesadas por el farmacéutico y el ejercicio físico
continuado, así como la asistencia a termas específicas para adelgazar.
3.8. El siglo XX y XXI
Al tiempo que una epidemia de obesidad se extiende por el mundo
occidental y buena parte de los países en vías de desarrollo, el hambre sigue
siendo un problema en el mundo. Desde principios del siglo XX se vuelve a
planteamientos estéticos de los griegos según los cuales sólo el músculo sería
bello, así como lo dinámico, lo esbelto, lo flexible y lo joven. La gordura, además de
su aspecto estético se convierte –con realismo-‐ en anuncio de enfermedades
cardiacas o metabólicas muy graves y también en un estigma social, no sólo por las
bromas y caricaturas que hacen de su vida un martirio, sino por la exclusión social,
denunciada por Heri Béraud desde 1922 en El martirio del obeso, en donde se
explica la ausencia de posibilidades de trabajo e incluso la consideración de causa
posible de despido laboral.
La obesidad, incluso la mediana, resulta proscrita en el panorama
masculino, pero en el femenino aparece la extrema delgadez que obliga a
tremendos y continuados sacrificios en la nutrición y el ejercicio físico.
No siempre fue así en España. Si hacemos el curioso ejercicio de observar la
belleza física a través de algunos reclamos farmacéuticos que utilizan a las mujeres
como atractivo a principios del siglo XX, aunque el específico anunciado no tenga
mucho que ver con ellas, nos encontramos desde una talla “europea” en el anuncio
de las pastillas digestivas EBREY, hasta otras más del gusto mediterráneo, en
donde las formas femeninas son mejor aceptadas. Tendríamos las píldoras de
Reuter, con una señorita oronda pero de cintura de avispa, conseguida,
probablemente con el corpiño encorsetado; otra señorita moderna, con ropas
holgadas y apariencia de normalidad en su peso, en los laxoconfites del Dr. Richard
y otra exuberante en su aparente laxitud exótica para promocionar la emulsión de
Scott.