An. Real. Acad. Farm. vol 80 nº 3 2014 - page 136

M.Almagro-­‐Gorbea
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se ve el indio o mestizo al lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en
concurrencia con los de los principales señores del país. Consuela, ciertamente,
observar que bajo todas las zonas el cultivo de las ciencias y artes establece una
cierta igualdad entre los hombres y les hace olvidar, a lo menos por algún tiempo,
esas miserables pasiones que tantas trabas ponen a la felicidad social”
50
.
Esta visión de Humboldt permite comprender cómo en el siglo XVIII la
Corona de España desarrolló una política ilustrada que no era fruto de la voluntad
de un monarca ni de la dinastía de los Borbones, sino que constituía una política de
estado de gran alcance, dirigida al desarrollo económico y social, cuyo interés por
la Antigüedad y la Historia eran consecuencia de una ideología que pretendía
equiparar la Corona de España al Imperio Romano como imperio universal, garante
de la paz y la cultura
51
. Alexander von Humboldt no llegó a apreciar esta política ni
su profundo significado, aunque sí sus resultados, pues había contribuido de forma
decisiva a impulsar el desarrollo económico y la aparición del Neoclasicismo, poco
antes de que España, con la Invasión Napoleónica, perdiera definitivamente el
puesto de potencia cultural que hasta entonces había mantenido.
Alejandro dedicó su
Ensayo político
“a la Majestad Católica Carlos IV, Rey de
España y de las Indias” y se abstuvo de criticar en México la política social de
castas. Sólo al final del libro, ya escrito en Alemania, ofrece su crítica visión de la
sociedad criolla: “el bienestar de los blancos está íntimamente enlazado con el de la
raza bronceada, y que no puede existir felicidad duradera en ambas Américas hasta
que esta raza, humillada pero no envilecida en medio de su larga opresión, llegue a
participar de todos los beneficios que son consiguientes a los progresos de la
civilización y de las mejoras del orden social”
52
.
En su viaje por España y América Alexander mantuvo contactos con
numerosas personalidades, desde políticos y estadistas a banqueros, científicos e
historiadores, a alguno de los cuales critica con razón, como la dilapidada fortuna
del conde de la Valenciana, “…hombre extraordinario, que había llegado a América
sin fortuna ninguna, y que siempre vivió con grande moderación, no dejó a su
muerte, fuera de su mina que es la más rica del mundo, sino unos dos millones de
pesos fuertes entre fincas y capitales”.
Humboldt empleó su herencia en publicar su obra y en pagar a dibujantes y
grabadores de las láminas de plantas y animales, códices, mapas y monumentos
arqueológicos que ilustran sus libros. Su estudio sobre las altas culturas
americanas refleja cierto difusionismo, al suponerlas llegas de Asia, asociado a un
50 A. von Humboldt, 2002,
op, cit
. n. 17, p. 80. Es interesante comparar estas palabras con las de su hermano
Wilhelm a Georg Forster en su viaje al París revolucionario en 1789: “Se acerca la hora en que la gente
apreciará la valía de un hombre, no por el rango que tenga o por su cuna o por la causalidad, ni por su poder
o riqueza, sino sólo por su virtud y sabiduría”.
51 M. Almagro-­‐Gorbea y J. Maier, eds.,
De Pompeya al Nuevo Mundo
, Madrid, 2013.
52 A. de Humboldt, 1827,
op, cit
. n. 17, p. 566.
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