384|Manuel Serrano Ríos y María Cascales
La obesidad en grados avanzados puede establecer
un estado de inflamación
con la consiguiente producción de citoquinas inflamatorias que influyen
negativamente sobre la sensibilidad a la insulina. Esta teoría está apoyada, por
estudios que muestran elevados niveles de las citoquinas proinflamatorias IL-‐6 y
TNF-‐α en individuos con resistencia a la insulina y diabetes tipo 2. A su vez, otra
teoría propone que la producción de hormonas por el tejido adiposo puede
alterarse y originar una generación de adipoquinas que causan resistencia a la
insulina. Otra teoría examina la capacidad del tejido adiposo para almacenar grasas,
y postula que esa capacidad tiene un límite, que cuando se sobrepasa, el exceso de
lípidos sale al plasma, ocasionando niveles elevados de ácidos grasos y
triacilglicéridos plasmáticos. Esto ocasiona una mayor incorporación de estas
moléculas en tejidos no adiposos tales como el músculo esquelético y el hígado. El
almacenamiento ectópico de lípidos en tejidos no adiposos causa alteraciones
metabólicas vía toxicidad inducida por lípidos
o lipotoxicidad
, la cual puede
también contribuir a la pérdida de las células β pancreáticas, fenómeno que ocurre
en la diabetes tipo 2.
La hipótesis de la lipotoxicidad está apoyada por estudios en cultivos de
células en un medio que contiene un exceso de ácidos grasos saturados de cadena
larga, que forman complejos con albúmina sérica. En estos cultivos se induce la
apoptosis de manera dependiente de la dosis, que a su vez se incrementa en medio
rico en glucosa. Las evidencias que apoyan la teoría de la lipotoxicidad proceden
de pacientes con lipodistrofia que tienen el tejido adiposo generalizado o que lo
han perdido parcialmente, y que a pesar de presentar un acúmulo reducido de
lípidos padecen resistencia severa a la insulina, dislipidemia e hígado graso.
Sea cual sea el tipo de distribución de grasa, la mayor característica
fisiopatológica en el paciente obeso es la
resistencia a la insulina
, que está presente
en muchas de las comorbilidades metabólicas de la obesidad clínicamente
relevantes (diabetes tipo 2, dislipemia, hiperuricemia), y no metabólicas (la
hipertensión, la esteatohepatitis no alcohólica, apnea del sueño, enfermedad