Dieta y riesgo de enfermedades cardiovasculares|339
impulsados por la respuesta al estrés del RE y la excesiva producción de ROS
debido a la disfunción mitocondrial. Se están estudiando otros efectos peor
caracterizados relacionados con la alteraciones en la microflora intestinal o incluso
con microorganismos específicos que «infectan» el TA (p. ej., virus, parásitos).
Otros experimentos
in vitro
indican los efectos «proinflamatorios tóxicos»
de concentraciones altas de glucosa sobre los monocitos y las células endoteliales
mientras que los estudios
in vivo
han demostrado la activación de la vía del factor
nuclear
κ
B (NF-‐
κ
B) y el aumento en la producción de ROS así como
concentraciones elevadas concordantes de biomarcadores «inflamatorios» (IL-‐6,
TNF-‐
α
) en sujetos con DMT2 después de una prueba de glucosa oral. Por otra
parte se han encontrado respuestas posprandiales inflamatorias muy bien
reproducibles e intensas en sujetos sanos, obesos y con DMT2 después del
consumo de comidas ricas en grasas saturadas, que se caracterizaron por
concentraciones circulantes elevadas de IL-‐1, IL-‐6, IL-‐18, biomarcadores del estrés
oxidativo, ceramidas y la activación de la vía NF-‐
κ
B. Datos recientes relevantes
proceden de modelos animales en los que la administración parenteral de una
toxina lipopolisacárida (
Escherichia coli
) causa de forma reproducible un estado
inflamatorio promovido por una dieta grasa con concentraciones altas de citocinas
proinflamatorias circulantes, RI y activación de NF-‐
κ
B. Esta situación se debe
específicamente a la interacción de grasas saturadas con receptores específicos del
tipo
toll
(TLR, habitualmente TLR-‐4) en células inmunitarias, lo que indica con
claridad el papel clave de estos receptores en el mecanismo por el que la Ob
inducida con dieta puede promover la inflamación vascular y la RI.
De este modo, una interferencia de señales entre células grasas y células
inmunocompetentes (macrófagos) es una fuerza rectora clave en el inicio y el
progreso de la inflamación en la Ob. Algunos de los macrófagos son residentes
«normales» del TA pero otros (como se indicó antes) se reclutan, principalmente
en la médula ósea, probablemente para que sirvan de «carroñeros» de macrófagos
muertos y otros «restos lipídicos tóxicos» con el fin de intentar atenuar o resolver
el proceso inflamatorio.