Obesidad y balance energético|51
guste, mientras que llevar una vida activa es un principio ineludible por todos los
ciudadanos, más aún si queremos facilitar el cumplimiento del equilibrio
energético. Por otro lado, y desde luego no menos importante, la organización de la
vida familiar y laboral contribuye a que se dedique cada vez menos tiempo a la
compra, preparación y consumo de alimentos, seleccionando las opciones más
accesibles y más económicas, y que requieran menos tiempo para su preparación
o incluso se presenten listas para su consumo. Más adelante, en este mismo
capítulo se comenta que estas nuevas tendencias pueden provocar que seamos
menos ”autónomos” para el control de nuestra ingesta energética. Se han perdido
además en general habilidades culinarias y las comidas familiares tienden a
concentrarse en el fin de semana, mientras que los días laborales cada miembro de
la unidad familiar realiza el almuerzo con frecuencia en el lugar de estudio, trabajo
o en un establecimiento de restauración-‐hostelería. Se dedica, además, poco
tiempo a la comida principal. En definitiva, tendencias sociales que llevan a nuevas
formas de comer, tanto en el hogar como fuera del mismo, pero también de
comportamiento en general en nuestros estilos de vida, que exigen no sólo un
esfuerzo colectivo de recuperación y/o mantenimiento de nuestros hábitos
alimentarios y estilos de vida, sino también de reforzar la responsabilidad a nivel
individual, de “autonomía”, que nos permita hacer una correcta elección de nuestro
patrón de alimentación y estilo de vida global, en definitiva, de nuestra calidad de
vida, fomentando la educación e información a todos los niveles, y priorizando los
aspectos de prevención sobre los de tratamiento, sin menoscabo de estos últimos.
Y es que conseguir el balance energético lo es siempre más sencillo desde el ámbito
de la prevención, y mucho menos desde el tratamiento.
Todo lo anterior en nuestro país en un entorno actual de crisis económica,
de cierto desencanto individual y colectivo, que implica además que las conductas
de los consumidores también se han visto afectadas.
La actual coyuntura
económica, por un lado, favorece el peso del criterio económico (con impacto en la
cantidad y tipo de energía consumida a partir de alimentos) en las elecciones
individuales de los consumidores y su repercusión en los modelos poblacionales;