Obesidad: pandemia del siglo XXI|31
El órgano adiposo está formado por varios depósitos de grasa que ejercen
diferentes funciones fisiológicas e implicaciones fisiopatológicas, el tejido adiposo
blanco y el tejido adiposo marrón. Actualmente está totalmente aceptado que el
tejido adiposo blanco no es un mero almacén de energía y es considerado un
órgano endocrino. Este tejido produce una gran variedad de adipoquinas y
citoquinas que pueden actuar modulando la sensibilidad a la insulina. La
resistencia a la acción de la insulina en el músculo esquelético, tejido responsable
del 80% del transporte de glucosa insulino-‐dependiente, es uno de los primeros
defectos detectables en los humanos con diabetes de tipo 2, siendo la obesidad,
concretamente la visceral, el factor de riesgo más importante para el desarrollo de
la misma. La obesidad se considera como un estado crónico de inflamación de baja
intensidad, ya que en estas circunstancias, el perfil secretor de este tejido se
encuentra alterado detectándose un incremento de citoquinas con actividad
inflamatoria. Estas moléculas pueden ejercer efectos locales en la fisiología del
propio tejido adiposo así como efectos potenciales sistémicos en otros órganos
como el músculo esquelético, que culminarían en la aparición de resistencia a
insulina. El órgano adiposo proporciona una conexión crítica en el mantenimiento
del equilibrio energético sistémico. El alarmante incremento en la incidencia de la
obesidad y de la diabetes tipo 2, ha hecho dirigir la atención a este órgano, a la
adipogénesis y a todos los aspectos de la biología de los adipocitos.
El descubrimiento de las proteínas desacoplantes mitocondriales (UCP) en
1979, ha abierto un nuevo campo de investigación. Así, la UCP1 o termogenina,
encargada de la disipación de energía en forma de calor, disminuye la cantidad de
ATP, obligando a la célula que expresa la UCP1 a oxidar más nutrientes para
obtener energía. También se han realizado estudios genéticos sobre variantes de
UCP2 y UCP3 que las relacionan con una cierta implicación en la obesidad.
Desde el descubrimiento de la capacidad de síntesis de hormonas, el tejido
adiposo ha conquistado un significado central en el complejo sistema del
metabolismo, regulación del hambre, respuestas inmunitarias y fertilidad. De
hecho el adipocito produce hormonas derivadas adiposas, tales como la leptina y la
adiponectina, que juegan un papel clave en la regulación del balance energético,