124|Javier Puerto
A finales del siglo XVIII, el farmacéutico y químico Antoine de Baumé
aconsejaba la ingesta de vinagres liliáceos. También se recomendaban jabones
disolventes, como las píldoras de jabón, los grandes jabones de Venecia o las
píldoras aloéticas emolientes, pues se consideraba al jabón diluyente y absorbente.
Para evitar el relajamiento y la insensibilidad corporal de los obesos se
recomendaban los tónicos. En 1776, Georges-‐Frédéric Bacher dio su nombre a un
tónico preparado con eléboro negro, mirra y carbón bendito. También se
emplearon el hierro, el tártaro, la canela y el ojimiel con escila; las cremas de
tártaro, las píldoras de asa fétida, el bálsamo del comendador, el agua de Balaruc o
las pastillas de menta de Inglaterra, consideradas reconfortantes y aliadas de los
nervios, más algunos afrodisíacos.
A mediados del siglo XVIII se instaló en el Sena un barco termal, en donde se
intentó la estimulación y tonificación de los gordos mediante baños fríos, incluso
acompañados de estimulaciones eléctricas para provocar contracciones y
secreciones. En ese mismo camino, el Abate Nollet aconsejaba la electrificación
directa, basándose en sus experiencias sobre los gatos que habían adelgazado y
luego lo aplicó a una pareja con aparentes buenos resultados. Esta vía también fue
recomendada por Pierre Bertholon, un físico de Montpellier que escribió sobre la
influencia de la electricidad en los cuerpos humanos sanos y enfermos.
En la segunda mitad del siglo XIX se afianza la práctica de acudir a tomar las
aguas termales. Las estaciones se especializan y en 1880 Emile Philbert,
vicepresidente de la Sociedad de Hidrología médica de París, creó en Brides
(Saboya) una cura especial para obesos. Estableció su propio método a base de
purgantes, sudaciones, dieta alimentaria y ejercicios musculares. Aparecen
tratamientos especializados en toda Europa por donde pasean los obesos
sometidos a la toma de aguas, las purgaciones, los masajes y el pesado minucioso y
cotidiano, en un ambiente agradable y natural que recuerda al de los primitivos
templos griegos de Asclepio.
Con la aparición de los específicos, aparecen también los anuncios para
adelgazar a partir de finales del siglo XIX, como las píldoras persas del doctor
Blyn’s o el té hindú del doctor Smith.