Page 167 - Medicamentos fantásticos
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Una tercera clase de vino oftálmico la preparaba con helenio (Inula
helenium L.) otra planta, como vimos, a la que se atribuyeron toda clase de
propiedades, desde diurética a alexifármaca, pasando por curativa para la
tisis; Arnaldo recomendaba ese vino para la vista.
No contento con estas aplicaciones, preparaba vinos para curar las
heridas, para evitar la pérdida de memoria, para los ancianos, según una
vieja fórmula del judío Rabí Moisés, aperitivos y cosméticos, para lavarse la
cara y las manos o hacer desaparecer verrugas, para aparecer con la cara
colorada o clara. Todo un arsenal terapéutico que, si no servía para nada,
como la mayoría de los medicamentos de la época, al menos resultaba
agradable de ingerir.
La antigua tienda del médico, la tabernae romana, se convirtió en
una auténtica taberna durante la Edad Media en la Europa Occidental
cristiana. El vino resultaba un eficaz vehículo medicamentoso, aparte de
considerarse medicinal en sí mismo.
Por si no fuera suficiente nos encontramos con un buen número de
vinos polivalentes contra algunas enfermedades graves: el vino para los
melancólicos, cardiacos y biliosos a base de buglosa, borraja y rosas; el
cordial, con melisa y especias. El de buglosa. El de pasas y cinamomo,
excelente para los melancólicos, flemáticos y decrépitos. El de salvia, bueno
para los dolores de dientes y rodillas, los paralíticos y epilépticos. El de
hisopo, recomendado para quienes padecen mal de piedra. El confortante,
con jengibre, cardamomo, cinamomo, macis, nuez moscada, coriandro y
rosas rojas, magnífico para conservar y reanimar toda clase de miembros
doloridos. El confortador,- cuestión de matices lingüísticos su diferencia
con el confortante, aunque su composición era muy diferente- a base de
cubebas, jengibre, pasas y agua de rosas edulcorada, recomendado contra
el reuma, los síncopes, las lipotimias, indigestiones, males de corazón,
ventosidades y –en un registro absolutamente diverso- todos los miembros
espirituales. El foeniculatum para evitar los problemas menstruales y
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helenium L.) otra planta, como vimos, a la que se atribuyeron toda clase de
propiedades, desde diurética a alexifármaca, pasando por curativa para la
tisis; Arnaldo recomendaba ese vino para la vista.
No contento con estas aplicaciones, preparaba vinos para curar las
heridas, para evitar la pérdida de memoria, para los ancianos, según una
vieja fórmula del judío Rabí Moisés, aperitivos y cosméticos, para lavarse la
cara y las manos o hacer desaparecer verrugas, para aparecer con la cara
colorada o clara. Todo un arsenal terapéutico que, si no servía para nada,
como la mayoría de los medicamentos de la época, al menos resultaba
agradable de ingerir.
La antigua tienda del médico, la tabernae romana, se convirtió en
una auténtica taberna durante la Edad Media en la Europa Occidental
cristiana. El vino resultaba un eficaz vehículo medicamentoso, aparte de
considerarse medicinal en sí mismo.
Por si no fuera suficiente nos encontramos con un buen número de
vinos polivalentes contra algunas enfermedades graves: el vino para los
melancólicos, cardiacos y biliosos a base de buglosa, borraja y rosas; el
cordial, con melisa y especias. El de buglosa. El de pasas y cinamomo,
excelente para los melancólicos, flemáticos y decrépitos. El de salvia, bueno
para los dolores de dientes y rodillas, los paralíticos y epilépticos. El de
hisopo, recomendado para quienes padecen mal de piedra. El confortante,
con jengibre, cardamomo, cinamomo, macis, nuez moscada, coriandro y
rosas rojas, magnífico para conservar y reanimar toda clase de miembros
doloridos. El confortador,- cuestión de matices lingüísticos su diferencia
con el confortante, aunque su composición era muy diferente- a base de
cubebas, jengibre, pasas y agua de rosas edulcorada, recomendado contra
el reuma, los síncopes, las lipotimias, indigestiones, males de corazón,
ventosidades y –en un registro absolutamente diverso- todos los miembros
espirituales. El foeniculatum para evitar los problemas menstruales y
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