Page 161 - Medicamentos fantásticos
P. 161
Habitante de un cenobio rodeado de viñedos le dio mucha
importancia al vino como elemento terapéutico.
El vino medieval estaba cortado con agua. Como la degradación del
líquido fermentado resultaba excesivamente rápida, trataban de evitarla
mediante especias, plantas aromáticas y miel.
El agua, en muchas ocasiones, no era una bebida segura. Las gentes
durante el medioevo –y antes- lo sabían, aunque no tenían idea alguna de la
transmisión epidémica por ese medio, ni muchísimo menos del posible
contagio microbiológico. Conocían la capacidad de algunas aguas –las
sucias, las estancadas…- de “envenenar” a quien las ingería o las tenían por
un remedio muy activo dentro del esquema galénico (lo más potente frente
a enfermedades calientes y secas). Por una y otra causa, el vino, en muchas
ocasiones, se tenía por una bebida alimenticia mucho más segura.
Entre los vinos medicinales recomendados por la santa está el de
iris. Se confecciona con vino de Alsacia blanco en cuyo seno se macera un
rizoma de lirio (Iris germanica L.) durante ocho días. Tras ese tiempo se
disuelve en el líquido. Serviría para evitar los cálculos y hacer orinar;
también para mejorar los problemas prostáticos.
Si apareciese algún engrosamiento en la garganta o en el cuello, se
emplearía el sutilísimo vino de cristal. Para confeccionarlo habría de
dejarse calentar al sol, durante un día, un vidrio recubierto de vino blanco.
Una vez macerado, se bebería el vino y el cristal se colocaría sobre el cuello
o en la boca hasta la desaparición del mal.
Para la ronquera recomendaba calentar un poco de caldo blanco, sin
hervir, junto a treinta simientes de hinojo y un litro de vino blanco.
Para la fiebre, vino de basilisco. De camomila para la gota. De salvia
para el mal aliento, también útil aplicado sobre el cuerpo en friegas, contra
275 Paul FERRIS, Les remèdes de santé d’Hildegarde de Bingen, s.l. : Marabout, 2002 ; Victoria
CIRLOT (ed.), Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Madrid: Siruela, 1997.
161
importancia al vino como elemento terapéutico.
El vino medieval estaba cortado con agua. Como la degradación del
líquido fermentado resultaba excesivamente rápida, trataban de evitarla
mediante especias, plantas aromáticas y miel.
El agua, en muchas ocasiones, no era una bebida segura. Las gentes
durante el medioevo –y antes- lo sabían, aunque no tenían idea alguna de la
transmisión epidémica por ese medio, ni muchísimo menos del posible
contagio microbiológico. Conocían la capacidad de algunas aguas –las
sucias, las estancadas…- de “envenenar” a quien las ingería o las tenían por
un remedio muy activo dentro del esquema galénico (lo más potente frente
a enfermedades calientes y secas). Por una y otra causa, el vino, en muchas
ocasiones, se tenía por una bebida alimenticia mucho más segura.
Entre los vinos medicinales recomendados por la santa está el de
iris. Se confecciona con vino de Alsacia blanco en cuyo seno se macera un
rizoma de lirio (Iris germanica L.) durante ocho días. Tras ese tiempo se
disuelve en el líquido. Serviría para evitar los cálculos y hacer orinar;
también para mejorar los problemas prostáticos.
Si apareciese algún engrosamiento en la garganta o en el cuello, se
emplearía el sutilísimo vino de cristal. Para confeccionarlo habría de
dejarse calentar al sol, durante un día, un vidrio recubierto de vino blanco.
Una vez macerado, se bebería el vino y el cristal se colocaría sobre el cuello
o en la boca hasta la desaparición del mal.
Para la ronquera recomendaba calentar un poco de caldo blanco, sin
hervir, junto a treinta simientes de hinojo y un litro de vino blanco.
Para la fiebre, vino de basilisco. De camomila para la gota. De salvia
para el mal aliento, también útil aplicado sobre el cuerpo en friegas, contra
275 Paul FERRIS, Les remèdes de santé d’Hildegarde de Bingen, s.l. : Marabout, 2002 ; Victoria
CIRLOT (ed.), Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Madrid: Siruela, 1997.
161