An. Real. Acad. Farm. vol 80 nº 3 2014 - page 62

A.Toledano & al.
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“controles” en los estudios sobre la EA), sin sintomatología de demencia, existían
muchas alteraciones neuropatológicas señalados como características de EA y por
tanto se ha recurrido a fijar criterios diagnósticos basados en el “número” y no en
el “tipo de lesiones. Por ello ha sido necesario que se definieran protocolos de
diagnóstico, en reuniones de consenso de expertos, para “asegurar” la mayor
probabilidad de acierto diagnóstico. En estos protocolos se acuerda el tipo de
técnica a utilizar en el diagnóstico (impregnaciones metálicas tipo Bielschowsky,
plata-­‐metenamina o Gallyas; reacciones inmunohistoquímicas contra proteína
tau/tau-­‐fosforilada y beta-­‐amiloide; reacciones especiales con colorantes como
tioflavina-­‐S o Rojo Congo), el tipo de lesión a considerar o cuantificar
(especialmente los distintos tipos de “neuritas distróficas” -­‐ prolongaciones
axónicas o dendríticas neuronales anómalas -­‐ con depósitos alterados de proteína
tau, así como las diferentes “placas” amiloideas con o sin “core” denso, con corona
o no de neuritas distróficas y los acúmulos de amiloide difuso. Figura 4), el número
de estas lesiones presentes en regiones seleccionadas del cerebro, y las regiones
que deben seleccionarse para el estudio (corteza prefrontal, parietal y temporal;
hipocampo; corteza cingulada; etc.) (30, 31, 41). A mayor abundamiento, los
protocolos diagnósticos incluyen también como factor importante de corrección a
la edad, lo que supone una aceptación de que con el avance de la edad aparecen
lesiones patológicas aunque no sean indicativos de demencia o EA. Pues bien, a
pesar de todos los avances de la investigación, todavía no se ha definido con
exactitud cuáles son las cascadas de acontecimientos neuropatológicos en el
transcurso del deterioro cognoscitivo clínicamente detectable ni que
acontecimientos podrían marcar una fase determinada de este deterioro que se
corresponda con la clínica (10-­‐12, 42, 43). Es decir, la progresión del deterioro
cognoscitivo a través de un
continuum
no ha podido ser confirmada o negada por
los estudios neuropatológicas ya que no existe una clara y total correlación clínico-­‐
patológica del avance de la enfermedad. Los más prometedores estudios llevados a
cabo por Braak y Braak (44) mostraron que existía una secuencia congruente de
progresión neuropatológica de la EA con las características del deterioro
cognoscitivo: la aparición de neuronas con ovillos neurofibrilares (Tau/Tau-­‐
fosforilado inmunopositivos) en el cerebro seguía una secuencia definida de seis
fases de progresión espacial (grados I a VI de Braak y Braak) (Figura 5) conforme
avanzada el grado de demencia, aunque no se pudiera predecir in vivo el grado
Braak y Braak por estudios neuropsicológicos. Por el contrario, a pesar de que la
teoría amiloidea de la EA ha sido la que goza y ha gozado de mayores defensores y
seguidores, nunca se ha podido demostrar una correlación clínico-­‐patológica entre
el grado de demencia y la existencia de tipo y/o número o localización de lesiones
amiloideas (45, 46). Así mismo, cada vez está mejor documentado como cerebros
de individuos “control”, “sanos” o “no dementes”, presentan características
“anormales” en el estudio de muchos parámetros morfofuncionales (47, 48).
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