An. Real. Acad. Farm. vol 80 nº 3 2014 - page 60

A.Toledano & al.
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demencia típica de la segunda plantea graves problemas sanitarios y sociales. Pero
también, teórica y prácticamente, sería de enorme importancia para entender la
patogenia y desarrollar terapéuticas para las diferentes involuciones seniles del
cerebro. Conocer los mecanismos que condicionan un paso tan grande de la
normalidad a la anormalidad senil en caso de que existiese, sería de una gran
ayuda para atender a los humanos en su proceso de envejecimiento. Una de las
cuestiones más polémicas en este tema es la existencia o no de síntomas o signos
“patognomónicos” de EA, es decir que sean indubitadamente indicativos de que un
enfermo padezca Alzheimer (o había padecido, en el caso de estudios post-­‐mortem
de los cerebros) porque no aparecen en el caso de los ancianos “normales”.
Se ha dado el nombre de
continuum
al teórico desarrollo evolutivo
(involutivo) que lleva desde una “normalidad” morfofuncional del cerebro a una
“anormalidad” (“o situación patológica”) del mismo (37-­‐40) (Figura 2). Es decir, el
continuum
fisiopatológico equivale en el plano clínico al avance evolutivo del
deterioro cognoscitivo que conduce desde la normalidad a la demencia (Figura 2).
Por supuesto, los inicios de este
continuum
y las posibles etapas (fases o gravedad
de la demencia) por las que discurre el avance del deterioro son tan imprecisos
como los términos de “normalidad”, “anormalidad”, “deterioro o alteración leve,
moderado, grave, severo”, etc., que se emplean en lenguaje médico y quedan en la
mayoría de los casos a criterio del juicio clínico-­‐diagnóstico del profesional a cargo
del enfermo. En el mundo anglosajón, bien representado por el DMS III/IV/V, se
intenta llegar a diagnósticos más objetivos a través del análisis estadístico de los
resultados de las pruebas, especialmente las neuropsicológicas (cognoscitivo-­‐
comportamentales), que nos señalan los “puntos de corte” para separar los
individuos “normales de los anormales” o los situados en una fase u otra más
avanzada de la demencia (Figura 3). Estos puntos de corte se definen por consenso
y, en realidad, no establecen con exactitud un diagnóstico sino que indican una
probabilidad del mismo que el futuro seguimiento del enfermo, o su estudio post-­‐
mortem, se encargará de confirmar.
Lo que sí avala el estudio clínico del deterioro cognoscitivo de las
poblaciones, con muestras suficientemente grandes y representativas, es que, con
la aplicación de cualquier prueba neuropsicológica mensurable, la representación
gráfica corresponderá a una curva de progresión o regresión continuada, lo que
parece confirmar el
continuum
en el deterioro cognoscitivo (Figura 3).
La confirmación morfofuncional (neuropatológica, histoquímica, bioquímica
celular y molecular, genética) de la existencia del
continuum
es un tema de intenso
debate aunque poco estudiado en sí mismo. Aunque algunos aspectos se tratarán
más adelante conviene ya señalar las grandes discrepancias de opinión al respecto
basados tanto en los resultados obtenidos con distintas técnicas como en la
interpretación de resultados empleando las mismas técnicas, además de la
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