Page 249 - Medicamentos fantásticos
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característica, serían propicios para sanar los cuerpos humanos dada su
resistencia a la putrefacción.
El Lapidario de Alfonso X el Sabio explica las creencias plinianas
sobre la generación con más minuciosidad.
Las perlas se encuentran en “el Gran Mar” en unas conchas grandes.
Cuando vienen los vientos del septentrión, se abren y cogen de su
humedad; esperan a remojarse con las gotas del rocío, se cierran y van al
fondo marino a pasar la noche; cuando amanece salen a tomar el sol. Al
ponerse la tarde regresan a las profundidades submarinas. Con este
ajetreado va y ven, esperan hasta sentir las perlas cuajadas. En ese
momento las paren y expulsan. Las olas marinas las llevan hasta la orilla y
allí, por el roce con la arena, se hacen redondas, hermosas y relucientes.
Esta bellísima leyenda medieval nos pone en contacto con unos Figura 177. Las abejas y la miel,
hombres de ciencia –que hoy difícilmente consideraríamos tales- Libro de los medicamentos
muñidores de tradiciones poéticas, relacionadas con la existencia de simples… op., cit.
parajes lejanos en donde la abundancia sería habitual. Para estos sabios
europeos del medioevo, el país de la abundancia se localizaría en el
Oriente, en la tierra de las especias. Hacia allí se dirigió Colón, arrostrando
los peligros de un mar tenebroso, profundo, repleto de monstruos marinos
y con el peligro de su posible finitud. Le aguardaba la tierra del oro, de la
miel, del sándalo, de la mirra, de los unicornios, de los remedios
maravillosos, tal vez del paraíso, cuya realidad, geográfica y política,
habían ocultado celosamente los mercaderes árabes y sus corresponsales
venecianos y genoveses. Allí, las playas estarían repletas de perlas blancas,
refulgentes y redondas, a la espera de ser recogidas para el boato de las
mujeres y la salvación de los cuerpos. Como sabemos, descubrió un Nuevo
Mundo. Él jamás lo supo, creyó encontrarse en tierras Orientales a donde
habría llegado por una nueva vía.
Ya en el siglo XVIII, un sorprendentemente crédulo jesuita,
Hernando del Castrillo, escribe:
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resistencia a la putrefacción.
El Lapidario de Alfonso X el Sabio explica las creencias plinianas
sobre la generación con más minuciosidad.
Las perlas se encuentran en “el Gran Mar” en unas conchas grandes.
Cuando vienen los vientos del septentrión, se abren y cogen de su
humedad; esperan a remojarse con las gotas del rocío, se cierran y van al
fondo marino a pasar la noche; cuando amanece salen a tomar el sol. Al
ponerse la tarde regresan a las profundidades submarinas. Con este
ajetreado va y ven, esperan hasta sentir las perlas cuajadas. En ese
momento las paren y expulsan. Las olas marinas las llevan hasta la orilla y
allí, por el roce con la arena, se hacen redondas, hermosas y relucientes.
Esta bellísima leyenda medieval nos pone en contacto con unos Figura 177. Las abejas y la miel,
hombres de ciencia –que hoy difícilmente consideraríamos tales- Libro de los medicamentos
muñidores de tradiciones poéticas, relacionadas con la existencia de simples… op., cit.
parajes lejanos en donde la abundancia sería habitual. Para estos sabios
europeos del medioevo, el país de la abundancia se localizaría en el
Oriente, en la tierra de las especias. Hacia allí se dirigió Colón, arrostrando
los peligros de un mar tenebroso, profundo, repleto de monstruos marinos
y con el peligro de su posible finitud. Le aguardaba la tierra del oro, de la
miel, del sándalo, de la mirra, de los unicornios, de los remedios
maravillosos, tal vez del paraíso, cuya realidad, geográfica y política,
habían ocultado celosamente los mercaderes árabes y sus corresponsales
venecianos y genoveses. Allí, las playas estarían repletas de perlas blancas,
refulgentes y redondas, a la espera de ser recogidas para el boato de las
mujeres y la salvación de los cuerpos. Como sabemos, descubrió un Nuevo
Mundo. Él jamás lo supo, creyó encontrarse en tierras Orientales a donde
habría llegado por una nueva vía.
Ya en el siglo XVIII, un sorprendentemente crédulo jesuita,
Hernando del Castrillo, escribe:
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