Page 245 - Medicamentos fantásticos
P. 245
principios del XIX. La mayoría de las preparaciones tradicionales siguen
presentes en la cuarta edición de la Farmacopea Hispana, cuyo uso era
obligatorio en todo el territorio nacional,388 y no empezaron a desaparecer
de las boticas hasta el último tercio del siglo XIX.
La elección de las piedras
Si complicados son los mecanismos seguidos para justificar su Figura 175. portada de Juan
acción terapéutica, no lo sería menos su elección. Habían de servirse, Arphe de Villafañe, Quilatador de
únicamente, de la experiencia; no se conocían los mecanismos generativos la plata, oro, y piedras,
de los minerales; mucho menos su composición química y formas de Valladolid:
cristalización, que sirven hoy para clasificarlos; tampoco existían Alonso y Diego Fernández de
demasiados tratados en donde se ocupasen de ellas y las descripciones Córdoba, 1572.
resultaban mucho menos precisas que en el caso de animales y plantas. El
problema, para el sanador, era de primera magnitud. Si equivocaba la
piedra, toda la mágica conexión entre el mundo pequeño y el macro
cosmos, se iba al garete. Había de confiarse en la experiencia y honestidad
de drogueros y lapidarios. Tampoco debía estar excesivamente
preocupado. Esta terapéutica se encontraba al alcance, sólo, de los muy
ricos, quienes solían ser poderosísimos. Si se les engañaba, el embaucador
quedaba a expensas de su ira. En cualquier caso, no estaba de más que el
sanitario tomase algunas precauciones.
Juan Fragoso da una serie de consejos para reconocer las piedras
preciosas: las legítimas han de ser pesadas, salvo la esmeralda; ninguna ha
de llegar pulida, excepto la esmeralda y el topacio; en tercer lugar:
“mientras más se mira y contempla una piedra fina, tanto más
agrada a la vista, sin que se harte de verla.”
388Pharmacopoea Hispana, editio quarta, Matriti: M. Repullés, 1817.
245
presentes en la cuarta edición de la Farmacopea Hispana, cuyo uso era
obligatorio en todo el territorio nacional,388 y no empezaron a desaparecer
de las boticas hasta el último tercio del siglo XIX.
La elección de las piedras
Si complicados son los mecanismos seguidos para justificar su Figura 175. portada de Juan
acción terapéutica, no lo sería menos su elección. Habían de servirse, Arphe de Villafañe, Quilatador de
únicamente, de la experiencia; no se conocían los mecanismos generativos la plata, oro, y piedras,
de los minerales; mucho menos su composición química y formas de Valladolid:
cristalización, que sirven hoy para clasificarlos; tampoco existían Alonso y Diego Fernández de
demasiados tratados en donde se ocupasen de ellas y las descripciones Córdoba, 1572.
resultaban mucho menos precisas que en el caso de animales y plantas. El
problema, para el sanador, era de primera magnitud. Si equivocaba la
piedra, toda la mágica conexión entre el mundo pequeño y el macro
cosmos, se iba al garete. Había de confiarse en la experiencia y honestidad
de drogueros y lapidarios. Tampoco debía estar excesivamente
preocupado. Esta terapéutica se encontraba al alcance, sólo, de los muy
ricos, quienes solían ser poderosísimos. Si se les engañaba, el embaucador
quedaba a expensas de su ira. En cualquier caso, no estaba de más que el
sanitario tomase algunas precauciones.
Juan Fragoso da una serie de consejos para reconocer las piedras
preciosas: las legítimas han de ser pesadas, salvo la esmeralda; ninguna ha
de llegar pulida, excepto la esmeralda y el topacio; en tercer lugar:
“mientras más se mira y contempla una piedra fina, tanto más
agrada a la vista, sin que se harte de verla.”
388Pharmacopoea Hispana, editio quarta, Matriti: M. Repullés, 1817.
245