354|Carlos Calvo Monfil
glucosa y diabetes mellitus tipo 2, aumento del riesgo de diabetes tipo 1,
dislipidemia e hipertensión arterial.
Las principales consecuencias cardiovasculares de la obesidad infantil que
ocurren durante la infancia son la enfermedad coronaria subclínica y la
aterosclerosis.
La obesidad durante la adolescencia se asocia con hipertensión arterial,
hipertrigliceridemia y disminución del colesterol-‐HDL. Mas recientemente se ha
reportado que los adolescentes obesos, especialmente con IMC ≥ 40 kg/m
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, tienen
morbilidad cardiorrespiratoria significativa.
La obesidad en la infancia se mantiene con frecuencia durante la
adolescencia y la vida adulta. La posibilidad de que un niño obeso se convierta en
un adulto obeso bordea entre un 21% y un 43%, aunque se ha comprobado
también que un 30% de los niños con sobrepeso se convierten en adultos con peso
normal. La probabilidad de que persista la obesidad infantil en el adulto aumenta
con la gravedad de su obesidad y la edad del niño, de forma que si el niño es obeso
a los siete años, el riesgo de ser obeso cuando sea adulto es del 41%, si lo es de los
diez años a los trece años, el riesgo es del 70% y si es obeso en la adolescencia,
tiene un riesgo de ser adulto obeso del 80%. Los niños obesos menores de tres
años y cuyos padres no son obesos tienen un riesgo muy bajo de desarrollar
obesidad en la edad adulta.
La persistencia del exceso de peso se relaciona también con los
antecedentes familiares de obesidad, aunque esta influencia es más importante en
la infancia temprana (de dos a diez años). En la adolescencia es el propio peso del
niño el determinante más importante de obesidad en la etapa adulta.
La evidencia sugiere que los factores de riesgo presentes en el niño llegan al
adulto, sobre todo la hipertensión arterial, la dislipidemia y las alteraciones de la
tolerancia a la glucosa.