16|María Cascales
adiponectina, que parece tener efectos antiinflamatorios en la obesidad y mejorar
la sensibilidad a la insulina, están reducidas.
Los tratamientos tradicionales basados en las dietas hipocalóricas y el
aumento de la actividad física han tenido cierto éxito en el control de la obesidad.
Sin embargo, por lo general estas estrategias dan lugar a reducciones de peso
limitadas y temporales. En este contexto, la identificación de nuevos factores
implicados en la regulación del balance energético es fundamental a fin de
desarrollar estrategias de intervención más eficientes para controlar la obesidad y
las enfermedades asociadas.
El pasado próximo de la obesidad
En tiempos pasados, en los que la población tenía menos facilidad para
conseguir alimentos, la supervivencia dependía de la reserva de grasas, y la
obesidad se consideraba como signo de opulencia y fertilidad, ya que solo una
pequeña parte de la sociedad podía permitirse el lujo de comer en exceso. Es en el
siglo XX cuando se empieza a considerar la obesidad como una enfermedad y se
inician estudios sobre este fenómeno metabólico desde el punto de vista sanitario.
En 1926 Gregorio Marañón, en uno de sus libros titulado “Gordos y flacos”
hace la reflexión siguiente: La palabra gordo resume multitud de conceptos de
herencia, de costumbres, de carácter, de modalidades de la sensibilidad, y de
inteligencia. Esta línea de pensamiento ya reconocía la multiplicidad de factores
responsables de la obesidad, y a la luz de los descubrimientos de entonces,
mantenía que ante la obesidad no cabía mantener una visión simplista del
problema entendiéndola como el resultado de la “glotonería” y la “falta de fuerza
de voluntad” de algunos individuos, ya que esta forma de percibir la obesidad por
parte de los responsables de la salud pública, suponía una barrera importante que
dificultaba su tratamiento.
Es en este momento cuando se comienza a juzgar la obesidad en relación
con otras enfermedades, como la gota o el hígado graso, y se inicia la búsqueda de
fármacos que puedan ser útiles en su tratamiento, a través de la disminución del
apetito, aumento de la saciedad o incremento del metabolismo. Entran en juego las