Page 371 - Medicamentos fantásticos
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Los demás simples medicamentosos humanos
Suele decirse que del cerdo todo se aprovecha. Como ese animal
tiene un sistema nervioso muy similar al de los humanos, no iban a ser
menos.
Hubo un empleo de partes de los seres humanos en las
civilizaciones primitivas. En Grecia y Roma sigue el uso, aunque los
científicos tendentes a la racionalización –Plinio, Galeno- lo critican
acerbamente.
Durante la Edad Media surge la leyenda de la momia y en el
Renacimiento, como sucedió en tantos campos, junto a una tendencia a la
experimentación personal, se produce un florecimiento de todo tipo de
creencias exotéricas y de terapéuticas entre lo asombroso y lo aberrante.
La Ilustración, sin abandonarlas ni mucho menos, las comenzó a poner en
entredicho. Su definitivo repudio se produjo a principios del siglo XIX,
cuando el descubrimiento de los alcaloides y los glucósidos en las plantas,
los nuevos productos químicos, la sueroterapia y vacunoterapia van a
cambiar definitivamente la faz de la terapéutica farmacológica hacia la
consecución de medicamentos más seguros y eficaces. Muchos
farmacéuticos y médicos decimonónicos, acaso incapaces de creer lo
evidente, van a tratar, incluso, de ocultar esas prácticas como si fueran
propias de curanderos, brujos, charlatanes y personajes de mentalidad
criminal. No fue así, muchas aparecen consignadas en algunas de las más
importantes obras de materia farmacéutica.
Un hombre tan importante para la Química como Nicolás Lemery,
sin cuyo Curso químico nos hubiéramos quedado sin conocer
prácticamente la alquimia y la espagiria, en su Diccionario de drogas, nos
ofrece un abanico de esta botica antropofágica o botica del horror.
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Suele decirse que del cerdo todo se aprovecha. Como ese animal
tiene un sistema nervioso muy similar al de los humanos, no iban a ser
menos.
Hubo un empleo de partes de los seres humanos en las
civilizaciones primitivas. En Grecia y Roma sigue el uso, aunque los
científicos tendentes a la racionalización –Plinio, Galeno- lo critican
acerbamente.
Durante la Edad Media surge la leyenda de la momia y en el
Renacimiento, como sucedió en tantos campos, junto a una tendencia a la
experimentación personal, se produce un florecimiento de todo tipo de
creencias exotéricas y de terapéuticas entre lo asombroso y lo aberrante.
La Ilustración, sin abandonarlas ni mucho menos, las comenzó a poner en
entredicho. Su definitivo repudio se produjo a principios del siglo XIX,
cuando el descubrimiento de los alcaloides y los glucósidos en las plantas,
los nuevos productos químicos, la sueroterapia y vacunoterapia van a
cambiar definitivamente la faz de la terapéutica farmacológica hacia la
consecución de medicamentos más seguros y eficaces. Muchos
farmacéuticos y médicos decimonónicos, acaso incapaces de creer lo
evidente, van a tratar, incluso, de ocultar esas prácticas como si fueran
propias de curanderos, brujos, charlatanes y personajes de mentalidad
criminal. No fue así, muchas aparecen consignadas en algunas de las más
importantes obras de materia farmacéutica.
Un hombre tan importante para la Química como Nicolás Lemery,
sin cuyo Curso químico nos hubiéramos quedado sin conocer
prácticamente la alquimia y la espagiria, en su Diccionario de drogas, nos
ofrece un abanico de esta botica antropofágica o botica del horror.
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