Page 8 - Anales RADE vol I n 1
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investigado a fondo el mensaje central del libro, el camino de la oración, y la
posición de la autora respecto a sus adversarios doctrinales, con sus
intencionalidades ocultas y sus resonancias históricas, llamando la atención sobre
su audacia de escritora: «Ponerse a escribir ella para enseñar, aunque sólo fuese a
sus monjas, parecía una osadía pocas veces vista en una Iglesia fuertemente
androcéntrica y una cultura tradicionalmente misógina»5. Para entonces ya había
terminado el libro de la Vida, que contenía muchas indicaciones y consejos sobre la
oración, pero era materia reservada y peligrosa en aquellos años.



4. LA REFORMA INTERIOR DE SANTA TERESA DE JESUC S

Ya habíamos dicho que Teresa había iniciado su aventura fundacional en
Ávila en 1562. Desde ese momento, las dos últimas décadas de su vida transcurren
en una actividad frenética, escribiendo y fundando, hasta su muerte en Alba de
Tormes en 1582, a los sesenta y siete años. Teresa se ha consagrado hasta su
muerte a una reforma para «sus hijas», que centrará en la observancia de la
clausura y la pobreza. Frente al monasterio enorme, como el que ella había
conocido en la Encarnación, ella erigirá conventos reducidos; la desigualdad social
y las diferencias económicas se borrarán con una igualdad absoluta; las frecuentes
salidas del convento se solucionarán por la clausura tridentina. Así nació un nuevo
estilo de vida carmelitana orante. La mística teresiana es la mística cotidiana de las
pequeñas cosas, de modo que la presencia divina se acaba colando por cualquier
rendija de la existencia diaria. Es lo que dice a sus monjas: «entre los pucheros
anda el Señor» (Fundaciones, 5, 8).

Ella fundamenta la renovación, tanto personal como comunitaria, en la
práctica y en la enseñanza de la oración, que ella transformará en doctrina mística.
Teresa fue, a la vez, una activista y una mística, alguien para quien lo que de verdad
cuenta es el amor que siente en su relación con ese Misterio inefable que llamamos
Dios y que percibe en la figura de Cristo. Recordemos lo que escribió como si
levitara: «Cuando el dulce Cazador / me tiró y dejó herida, / en los brazos del amor
/ mi alma quedó rendida; / y cobrando nueva vida / de tal manera he trocado, /
que mi Amado es para mí / y yo soy para mi Amado».

Hace algunos años, Juan Martín Velasco exponía el núcleo de la experiencia
teresiana de Dios al hilo de la cláusula «búscame en ti – búscate en mí», escuchada
por la Santa en oración y que debería servir al esclarecimiento del misterio de Dios
y del misterio del ser humano en la relación que los une. Su experiencia puede
ayudar a responder a la angustiosa pregunta que resuena a nuestro alrededor y
quizás también en nuestro interior: ¿Dónde está tu Dios? Buscar a Dios en sí y
buscarse a uno mismo en Dios. De esto nos habla Teresa. «Nuestro problema es el
problema de santa Teresa y sus respuestas pueden, por eso, ser las nuestras»6.

Ella ha hecho la experiencia de darse prácticamente por vencida en la
sequedad de su oración. Quisiera seguridad y tiene conciencia de vivir en la ilusión.
El presupuesto de esta búsqueda y el impulso para no cejar en el intento es un
presupuesto primero y básico: que Dios está en todas las cosas. Un presupuesto



5 Véase: «Camino de perfección», en Introducción a la lectura de Santa Teresa, o.c., 414.
6 La experiencia cristiana de Dios, Trotta, Madrid 1995, 119-148; aquí: 123.

Santiago Madrigal Terrazas|8
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