Page 5 - Anales RADE vol I n 1
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suavidad que me pone ese grandísimo dolor que no hay que desear que se
quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino
espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un
requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su
bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento».

El literato castellano, psicólogo de formación, afirma que los pasajes en los
que Teresa narra sus arrobamientos y sus raptos nada tienen que ver con los
delirios de un psicótico. Un delirio es un sueño que no se puede compartir. Teresa,
que es capaz de narrar esos encuentros, es más bien esa amante que sufre
trastornos y llega a enfermar en su camino de perfección. La Santa de Ávila es
«como el trapecista que vuela a lo alto, pero sabe que tiene que descender,
ocuparse de sus monjas, de su escritura, de sus compromisos con el mundo y con
su propia fe». Y remacha: «Por eso, quiere reformar el Carmelo, para hacer frente a
esos compromisos. Para ella un convento es un lugar donde vivir». Hemos tocado
así el tema propio de estas reflexiones: la esposa del Cantar «reformadora y
mística».



2. BREVE SEMBLANZA BIOGRAC FICA: “ANDABAN LOS TIEMPOS
RECIOS”

Antes que nada situemos la figura de esta gran mujer en esa época convulsa
que fue el siglo XVI, una centuria sacudida decisivamente por la Reforma
protestante y marcada por sus vaivenes bien recapitulados en la sencilla cláusula
transmitida por la Santa: «andaban los tiempos recios» (Vida, 33, 5)2.

Nació en 1515, hija de Beatriz de Ahumada y Alonso Sánchez de Cepeda, y,
como seguramente ella misma sabía, descendiente de judeoconversos. Su abuelo
paterno había sido penitenciado por la Inquisición toledana (1485). La familia se
vio obligada a abandonar un floreciente negocio de paños en Toledo y a trasladarse
a Ávila. Tuvo once hermanos y sufrió una primera crisis de salud con 17 años, de
modo que estuvo dos años casi paralítica, sufriendo horribles padecimientos
físicos. Como don Quijote de la Mancha y S. Ignacio de Loyola se enfrascó en libros
de caballería. Esta mujer hizo frente a su padre que no la quería ver monja,
ingresando en el monasterio de la Encarnación en 1536. Pronto vuelve a caer
enferma. Teresa emprende un camino de intensa oración; sin embargo, durante un
largo proceso, entre 1540 y 1554, su vida fluctúa entre sus inclinaciones naturales,
que le llevan a cultivar sus amistades y pasatiempos en el locutorio, y las
exigencias de una vida para Dios, que la apremia a dejar aquellas conversaciones y
entregarse de lleno a la oración. Pronto se va a encontrar con confesores que no la
entienden, que ponen bajo sospecha su intensa oración que adopta la forma de la
oración silenciosa o mental, que en la terminología teológica de la época se
denominaba «recogimiento». Tuvo visiones místicas del Señor y, poco a poco, fue
perfilando un proyecto reformador del Carmelo. Ella misma se adelantó, a
instancias de sus mejores confesores, a poner por escrito, a sus 47 años, su



2 Véase: T. EGIDO, «Ambiente histórico», en Introducción a la lectura de Santa Teresa, Editorial de Espiritualidad,
Madrid 2002, 63-155. D. DE PABLO MAROTO, Santa Teresa de Jesús. Nueva biografía (Escritora, fundadora,
maestra), Editorial de Espiritualidad, Madrid 2014.


5| Teresa de Jesús: reformadora y mística
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