Page 6 - Anales RADE vol I n 1
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autobiografía, el Libro de la Vida, que luego sería examinado minuciosamente por
la Inquisición. Tras luchar por encontrar la paz interna y su voz espiritual, había
iniciado en Ávila, en 1562, su aventura fundacional, con el nuevo convento de S.
José. Muere en Alba de Tormes el 14 de octubre de 1582.
Teresa vive durante el llamado Siglo de Oro español, una época de apogeo
de la cultura española en la que la monarquía católica de Carlos I y Felipe II
alcanzan su máximo poderío económico, militar y político. Ahora bien, el siglo XVI
sirve de escenario a una grave crisis religiosa, que sirve de acicate para iniciar la
reforma del Carmelo. Escribe al comienzo de su libro Camino de perfección,
([CV]1,2):
«En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que
habían hecho esos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada
secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera hacer algo o fuera algo,
lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil
vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían.
Y, como me vi mujer y ruin, e imposibilitada de aprovechar en lo que yo
quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues
tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fueran buenos, determiné a
hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con
toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están
aquí hiciesen lo mismo».
3. TERESA DE AC VILA, LA REFORMA DEL CARMELO Y LA
RENOVACIOC N DEL CATOLICISMO
Esta mujer contemporánea de Erasmo y de Lutero, de S. Ignacio de Loyola y
de S. Juan de la Cruz, fue plenamente consciente de los graves acontecimientos de
su tiempo. Conforme avanza el reinado de Felipe II, Castilla «cerrada a Europa, se
abre al cielo, con su sistema férreo para interceptar toda injerencia ideológica
exterior que oliese a herejía; con el Santo Oficio de la Inquisición tan popular como
temido para ahogar brotes internos, es el hecho que explica también el sentido de
la obra de Teresa, que se engarza originariamente, más que con Trento, con fuertes
corrientes reformistas, anteriores a Lutero»3.
Basten estos datos incompletos para remachar esta idea directriz: Teresa de
Jesús es una de las personalidades de la reforma católica en medio de la gran crisis
suscitada por la reforma protestante, con sus episódicos reflejos hispanos de los
autos de fe de Valladolid y Sevilla, o en el famoso Índice del inquisidor general
Fernando de Valdés (1559), que mandó quemar los libros sospechosos y entre
ellos, muchas obras espirituales de las que se había nutrido la Santa de Ávila.
Merece la pena recurrir a un texto que refleja ese estado de cosas, del que brota
una profunda experiencia mística:
«Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí
mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por
dejar los escritos en latín; me dijo el Señor: No tengas pena, que Yo te daré
Santiago Madrigal Terrazas|6
3 Ibíd., 72.
la Inquisición. Tras luchar por encontrar la paz interna y su voz espiritual, había
iniciado en Ávila, en 1562, su aventura fundacional, con el nuevo convento de S.
José. Muere en Alba de Tormes el 14 de octubre de 1582.
Teresa vive durante el llamado Siglo de Oro español, una época de apogeo
de la cultura española en la que la monarquía católica de Carlos I y Felipe II
alcanzan su máximo poderío económico, militar y político. Ahora bien, el siglo XVI
sirve de escenario a una grave crisis religiosa, que sirve de acicate para iniciar la
reforma del Carmelo. Escribe al comienzo de su libro Camino de perfección,
([CV]1,2):
«En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que
habían hecho esos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada
secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera hacer algo o fuera algo,
lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil
vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían.
Y, como me vi mujer y ruin, e imposibilitada de aprovechar en lo que yo
quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues
tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fueran buenos, determiné a
hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con
toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están
aquí hiciesen lo mismo».
3. TERESA DE AC VILA, LA REFORMA DEL CARMELO Y LA
RENOVACIOC N DEL CATOLICISMO
Esta mujer contemporánea de Erasmo y de Lutero, de S. Ignacio de Loyola y
de S. Juan de la Cruz, fue plenamente consciente de los graves acontecimientos de
su tiempo. Conforme avanza el reinado de Felipe II, Castilla «cerrada a Europa, se
abre al cielo, con su sistema férreo para interceptar toda injerencia ideológica
exterior que oliese a herejía; con el Santo Oficio de la Inquisición tan popular como
temido para ahogar brotes internos, es el hecho que explica también el sentido de
la obra de Teresa, que se engarza originariamente, más que con Trento, con fuertes
corrientes reformistas, anteriores a Lutero»3.
Basten estos datos incompletos para remachar esta idea directriz: Teresa de
Jesús es una de las personalidades de la reforma católica en medio de la gran crisis
suscitada por la reforma protestante, con sus episódicos reflejos hispanos de los
autos de fe de Valladolid y Sevilla, o en el famoso Índice del inquisidor general
Fernando de Valdés (1559), que mandó quemar los libros sospechosos y entre
ellos, muchas obras espirituales de las que se había nutrido la Santa de Ávila.
Merece la pena recurrir a un texto que refleja ese estado de cosas, del que brota
una profunda experiencia mística:
«Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí
mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por
dejar los escritos en latín; me dijo el Señor: No tengas pena, que Yo te daré
Santiago Madrigal Terrazas|6
3 Ibíd., 72.