Page 308 - Medicamentos fantásticos
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superior de sus ojos derechos salen lágrimas gruesas y viscosas. Esas
lágrimas cervinas, serían las piedras bezoares, de diferentes colores según
su grado de madurez y muy útiles contra los venenos. Los ciervos, en su
estómago, habrían hecho una operación similar a la de los boticarios en la
preparación de la Triaca Magna.

Juan Fragoso la cree engendrada en una cabra montés de la India,
pasado el río Ganges, en ciertas montañas limítrofes con China. Según otros
procede de Persia, de un cabrón llamado Pazar, de color rubio, en cuyo
estómago se cría semejante a la bellota madura. Esos animales se llaman
también cervicabras y usan el oficio de los ciervos en cuanto a su trato con
las serpientes. Da dos explicaciones diferentes para la formación de las
bezoares: Las cervicabras llegan a las cuevas. Con su resuello arrojan fuera
las serpientes, se las comen y van a buscar agua. Se meten dentro hasta
sentir pasada la furia del veneno. Salidos del agua se van a pacer hierbas
contra veneno que ellos conocen por instinto y así, mediante el calor, se
engendran las piedras en sus entrañas.

La segunda leyenda es similar a la mencionada por Martínez de
Leiva. Los ciervos indios, cuando son viejos, comen culebras para
remozarse. Cuando sienten el veneno, se zambullen en los ríos. Dejan sólo
fuera la cabeza y les sale un humor grueso en este caso de los oídos, que
con el gran calor solar se congela en piedras semejantes a bellotas.

Un comendador de Santiago, Alvaro Méndez, le explicó a Juan
Fragoso como él mismo vio sacar esa piedra, en Arabia, de los riñones de
algunas cabras, lo cual se acerca más a la realidad.

Además de las bezoares orientales, estaban las occidentales, traídas
del Perú y aconsejadas por Nicolás Monardes539. Las buenas procedían de

539 Nicolás MONARDES, Primera y segunda y tercera partes…op., cit., fol. 90-92v. También
junto al texto, Tratado de la Piedra Bezaar y de la yerva escorçonera. Dialogo de las grandezas
del hierro y de sus virtudes medicinales. Tratado de la nieve y del beber frío…Sevilla: Fernando
Díaz, 1580.

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