Page 307 - Medicamentos fantásticos
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historia según la cual fue una piedra bezoar el primer regalo del rey de Figura 209. Egragópila, MFH.
Cochin (India), al de Portugal. UCM.
Pietro d’Abano (1257-1315), el médico interesado en astrología y
magia natural, perseguido por la inquisición por afirmar la posible
explicación de algunos hechos milagrosos mediante la razón, y autor del
Conciliador, en donde se daban a conocer algunas teorías de autores
árabes, narra cómo Eduardo I de Inglaterra (1239-1307), herido de
gravedad en una batalla y próximo a la muerte, fue curado mediante una
bebida bezoárdica proporcionada por un maestro templario.
Otros muchos médicos italianos divulgaron el fármaco desde el
medioevo al Renacimiento: Andrea di Belluno, Valesco di Milano, Santi
Arduino di Pesaro, Nicolò de Firenze o Musa Brasavola de Ferrara (1500-
1550).
Durante el Renacimiento, Martínez de Leyva537 nos describe con
minuciosidad las dos especies de la piedra legendaria.
Aunque proliferan los colores y texturas entre ellas, su origen sólo
es doble. Por una parte procederían de la vejiga de un animal montés de las
posesiones portuguesas en la India, semejante a un chivato, dice él.
Las mejores, sin embargo, son de la India Oriental y las producen los
ciervos viejos. Cuando alcanzan una avanzada edad, asegura, comen
muchas serpientes538 y culebras para así remozarse a través de su carne.
Para vencer el veneno se apacientan de hierbas olorosas y, de tanto en
tanto, se zambullen en los ríos. Dejan sólo la cabeza fuera. De la parte
537 Miguel MARTÍNEZ DE LEYVA, Remedios preservativos y curativos, para en tiempo de la
peste: y otras curiosas experiencias. Dividido en dos cuerpos…, Madrid: Imprenta Real, 1597,
fol. 127v-130.
538 Plinio fue quien primero dio noticias de la enemiga entre los ciervos y las serpientes.
Asegura que se comen cuantas están en las cavernas y se ahuyentan por el olor de su cuerno
quemado y por el de los huesos calcinados. Historia Natural de Cayo Plinio Segundo.
Trasladada y anotada por el Doctor Francisco Hernández (libros primero a vigesimoquinto) y
por Jerónimo de la Huerta (libros vigesimosexto a trigesimoséptimo) Madrid: Visor Libros,
UNAM, 1999, libro vigésimo octavo, capítulo IX.
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Cochin (India), al de Portugal. UCM.
Pietro d’Abano (1257-1315), el médico interesado en astrología y
magia natural, perseguido por la inquisición por afirmar la posible
explicación de algunos hechos milagrosos mediante la razón, y autor del
Conciliador, en donde se daban a conocer algunas teorías de autores
árabes, narra cómo Eduardo I de Inglaterra (1239-1307), herido de
gravedad en una batalla y próximo a la muerte, fue curado mediante una
bebida bezoárdica proporcionada por un maestro templario.
Otros muchos médicos italianos divulgaron el fármaco desde el
medioevo al Renacimiento: Andrea di Belluno, Valesco di Milano, Santi
Arduino di Pesaro, Nicolò de Firenze o Musa Brasavola de Ferrara (1500-
1550).
Durante el Renacimiento, Martínez de Leyva537 nos describe con
minuciosidad las dos especies de la piedra legendaria.
Aunque proliferan los colores y texturas entre ellas, su origen sólo
es doble. Por una parte procederían de la vejiga de un animal montés de las
posesiones portuguesas en la India, semejante a un chivato, dice él.
Las mejores, sin embargo, son de la India Oriental y las producen los
ciervos viejos. Cuando alcanzan una avanzada edad, asegura, comen
muchas serpientes538 y culebras para así remozarse a través de su carne.
Para vencer el veneno se apacientan de hierbas olorosas y, de tanto en
tanto, se zambullen en los ríos. Dejan sólo la cabeza fuera. De la parte
537 Miguel MARTÍNEZ DE LEYVA, Remedios preservativos y curativos, para en tiempo de la
peste: y otras curiosas experiencias. Dividido en dos cuerpos…, Madrid: Imprenta Real, 1597,
fol. 127v-130.
538 Plinio fue quien primero dio noticias de la enemiga entre los ciervos y las serpientes.
Asegura que se comen cuantas están en las cavernas y se ahuyentan por el olor de su cuerno
quemado y por el de los huesos calcinados. Historia Natural de Cayo Plinio Segundo.
Trasladada y anotada por el Doctor Francisco Hernández (libros primero a vigesimoquinto) y
por Jerónimo de la Huerta (libros vigesimosexto a trigesimoséptimo) Madrid: Visor Libros,
UNAM, 1999, libro vigésimo octavo, capítulo IX.
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