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se inauguró en Toulouse (Francia) el primer congreso internacional para la
Energía Solar.72

El internacionalista argentino profesor Aldo Armando Cocca, de la
Universidad de Buenos Aires, recuerda las numerosas fuentes de energía a las que
el hombre ha acudido a lo largo de la historia, muchas de las cuales continúan
siendo objeto de consumo, y a las que se han unido “nuevas fuentes” debido al
avance de la tecnología: por ejemplo, madera, carbón, petróleo, gas natural, energía
causada por la fuerza gravitacional del Sol y de la Luna, por bioconversión, por
mareas, energía nuclear por fisión y por fusión, etc. Ahora bien, en la mayor parte
de los casos las energías de fuentes naturales están relacionadas con el Sol, la Luna
y otros cuerpos celestes, o fenómenos producidos en el espacio exterior, con la sola
excepción de la energía nuclear. Entre esos fenómenos debe recordarse que el 3 de
agosto de 1975 el satélite científico británico “Ariel-5”, seguido atentamente por el
Departamento de Astronomía con Rayos X, de la Universidad de Leicester, dirigido
entonces por el profesor Kenneth Pound, recogió las primeras emisiones de un
“objeto” que se conoció como “AO621 menos O” y que significaban que, en alguna
parte del espacio exterior, se había producido un verdadero cataclismo generador
de una energía 35.000 veces más potente que la del Sol. En los inicios de la carrera
espacial y concretamente en la Conferencia sobre Nuevas Fuentes de Energía,
convocada por las Naciones Unidas en 1961, ya el Papa Juan XXIII manifestaba que:
“…En esta época que bien podríamos llamar de la era técnica de la Humanidad, las
posibilidades de utilización de energía han aumentado enormemente; no sólo de la
energía de tipo clásico, sino también de aquel nuevo tipo que proviene de fuentes
poco o nada explotadas hasta ahora, como el Sol, el viento y aun las aguas y
vapores ocultos en las entrañas de la Tierra: la energía solar, la energía eólica y la
energía geotérmica”.73 Junto a estas, al presente, la energía nuclear es ciertamente
una fuente fundamental, pero en su uso también está demostrado primero su
peligrosidad, y segundo que el hombre no la domina. Baste recordar los desastres
de Chernóbil y, más próximo en el tiempo, el ocurrido en Fukushima sobre la costa
japonesa. Y esto no es todo, pues no hay que olvidar la cuestión de los residuos, ya
que, como ha señalado el profesor Dickstein,74 de la Facultad de Derecho de la
Universidad Malaya, al aludir a la energía nuclear y el Derecho internacional, que
los deshechos poseen riesgo de radiación durante 600 años, o más, y que el
plutonio posee una vida propia que se extiende a 24.360 años.

Considerando que el Sol, a excepción de la energía nuclear, es la fuente
primera de toda energía con un período temporal de unos 4.500 millones de años,
llama la atención que la Humanidad no haya dedicado mayor atención al
aprovechamiento de ella, sobre todo si se tiene en cuenta que una hectárea de
terreno receptora de sol situada entre los 40 grados de latitud Norte y los 30
grados de latitud Sur, recibe al mediodía el equivalente de 7.500 kilowatios, una
cantidad igual a la que produce 53.000 litros de petróleo crudo por día, y un
kilómetro cuadrado se superficie que recibe sol brillante equivale a 800 millones
de kilowatios-hora. Al tomarse conciencia de la importancia de la fuente de energía
solar surgieron diversas ideas para su aprovechamiento, como la de Meter E.



72 A él dedicó un artículo A. Sobel: Le Soleil un des espoirs du XXI siécle, en el diario “Le Monde” (7-8 de marzo
de 1976).
73 Vid. Aldo Armando Cocca: art. cit., pp. 327-347.
74 H. L. Dickstein: Nacional Environmental Hazards and International Law, en “The International and
Comparative Law Quarterly”, vol. 23, Parte 2, London, abril, 1974, pp. 429, 432 y 446.

José Antonio Tomás Ortiz de la Torre|152
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