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de Aquino supo disociar magistralmente la certeza de la evidencia. La fe es cierta
porque se apoya en Dios, pero no es evidente porque se adhiere a un misterio.

Inevidencia no equivale a inseguridad. Una persona con los ojos dañados,
aunque esté acompañada de un perro guía, no ve con los ojos de su cuerpo, pero el
perro es su luz y sus ojos y así camina segura. El creyente es como un ciego que ve
con los ojos de la fe. Hay inevidencias que ofrecen más seguridad que las
evidencias. La carta a los Hebreos cuenta algunos casos, como el de Noé que
advertido por la fe “sobre lo que aún no se veía”, construyó un arca para salvar a su
familia y así “condenó al mundo” (Heb 11,7) que, sin duda, a la vista de un sol que
quemaba, se reía de Noé. Para Noé y tantos otros héroes de la fe que aparecen en el
carta a los Hebreos, la confianza en Dios les daba más seguridad que la tierra
misma que estaban pisando. Por este motivo “hay que subrayar con énfasis que la
cuestión de la verificabilidad y de la verdad no son ni mucho menos idénticas”10.

Esta “inevidencia segura”, que ya Tomás de Aquino detectaba, encuentra un
paralelo interesante en el modo de proceder de la ciencia moderna. Pues también
ella acepta como seguros datos directamente inevidentes. Por ejemplo, la
existencia de algunos planetas, deducida a partir de indicios que no son
determinantes, porque lo único determinante sería acudir con una nave o verlos
con un telescopio, cuya potencia no tenemos (al estar muy lejos, la existencia de
planetas de otros soles se demuestra de forma indirecta, mediante la observación
de variaciones en la luminosidad del astro central). La fe religiosa no es el único
conocimiento sin evidencia al que llega el ser humano.



6. CONCLUSIOU N

Cuando en teología se habla de luz es posible encontrar una serie de
referencias en la experiencia humana que ayudan a comprender que la luz es un
concepto plural: además de sus dimensiones técnicas y científicas tiene una
dimensión antropológica tan importante como las anteriores y, en algunos
aspectos, previa a las dimensiones científicas. Junto a estas dimensiones
antropológicas hay otras propiamente religiosas. Lo importante de la luz es que
haga ver. Hay muchas cosas que conviene ver y muchos tipos de visión. La fe
cristiana ha utilizado la imagen de la luz y de la visión para referirse por una parte
a Dios mismo, y a su enviado Jesucristo, referencias fundamentales que iluminan
toda la vida humana; y, por otra parte, a la posibilidad creyente de conocer y
encontrarse con Dios. Esta posibilidad en este mundo se da por medio de la luz de
la fe; en el mundo futuro, se dará por medio de la luz de la gloria. Siempre es la luz
la que nos hace ver la luz. La luz de la razón nos permite conocer las realidades de
este mundo; la luz de la fe, distinta, pero no contraria a la luz de la razón, nos hace
ver las realidades religiosas; y la luz de la gloria, distinta, pero no contraria a la luz
de la fe, nos hace ver a Dios, en la medida en que puede verlo un ser humano, finito
y limitado.





10 HANS JONAS, Pensar sobre Dios y otros ensayos, Herder, Barcelona, 1998, 182.

Martín Gelabert Ballester|102
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