Page 144 - Medicamentos fantásticos
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Hasta el siglo XVI se consideraba al Laurus nobilis L. en muy buena
sintonía con Júpiter. Estaba consagrado a Apolo, su hijo, y con él se
coronaban los emperadores. La leyenda romana, contada por Dioscórides,
indica que un águila enviada por el dios supremo, Júpiter, dejó caer en el
regazo de Drusilla, la mujer de Augusto (63 a.C.-14 d.C.), una gallina muy
blanca, quien llevaba en el pico una hojita de laurel. El laurel era señal de
victoria. Por estas amistades astrales, el rayo jamás podría atacarle, pues
dependía de la ira jupiterina. Así Tiberio César (42 a.C.-37 d.C.), en cuanto
oía tronar, se ponía en la cabeza una corona de laurel.

Acaso por esa antipatía hacia los rayos le consideraban capaz de
producir fuego, si se frotaba un palo contra otro y se le echaba un poco de
azufre por encima. Se le consideraba caliente y seco, bueno contra veneno
y su aceite excelente para la perlesía, contra los espasmos y todas las
pasiones frías de los nervios.

Otra leyenda sobre su nacimiento nos la proporciona –ya en el siglo
XVII- nuestro Fray Esteban Villa, quien lo denomina, árbol de Apolo.241

La ninfa, Dafne, hija del dios del río Ladon, al huir del intento de
seducción de Apolo se refugió en su madre: la Tierra; antes de ser
alcanzada por él, su padre la transformó en el laurel.

Esteban Villa no cree pero difunde que sus hojas, colocadas bajo la
almohada, hacen que sea cierto cuanto se sueña, aunque sí acepta la
posibilidad de liberar de sueños pesados y malos, pues si derivan de haber
comido materias pesadas y melancólicas, que humean en el cerebro, se
siguen sueños iguales. El laurel disiparía esos malos humores.

241 Fray Esteban VILLA, Libro de los simples incógnitos en la Medicina, Burgos, Pedro Gomez de
Valdivieso, 1643, segunda parte, fol. 40-41v.

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