Ladignidadde lapersonamayor
439
La discriminación sanitaria no se limita al cumplimiento negligente de unos
protocolos diagnósticos o terapéuticos científicamente consensuados. Alcanza a otras
muchas esferas, desde las limitaciones para acceder a las posibilidades que a día de hoy
ofrece la alta tecnología, hasta la exclusión de pacientes mayores en los ensayos
clínicos, pasando por la aplicación de políticas claramente discriminatorias en función
de la edad por parte de las administraciones, que establecen topes arbitrarios a la hora
de poder acceder a determinadas campañas de prevención o de revisiones del estado de
salud. Cabría añadir aún la discriminación económica vinculada al mundo de la salud
que representan decisiones como el copago farmacéutico o la imposición de trabas
administrativas para acceder a algunos fármacos, productos o servicios sanitarios. La
falta de interés de las autoridades académicas por la enseñanza de la gerontogeriatría o
por potenciar recursos específicos para la población demás edad son otros ejemplos de
lomismo.
Discriminan las administraciones cuando utilizan la edad como criterio para
determinadas campañas preventivas, por ejemplo para detección precoz de cáncer de
mama, o al olvidarse de la persona mayor cuando se trata de establecer políticas
sanitarias. No hace muchos años la AsociaciónMédica Británica se quejaba de que los
ancianos fueran excluidos de las campañas antitabaco en aquel país.
Todas estas actitudes
ageístas
representan una agresión individual y colectiva
contra la dignidad. En muchos casos atentan contra el derecho, pero, sobre todo lo
hacen contra un principio básico en bioética, el principio de equidad. Van contra la
tradición médica ejemplificada en el llamado juramento hipocrático. Con frecuencia
atacan también a la evidencia científica al dar por supuestas contraindicaciones basadas
en la edad que el tiempo se ocupa de desmentir. La práctica de lo que se conoce como
angioplastia coronaria o de las diálisis crónicas son buenos ejemplos de procedimientos
que entraron enmedicina con el cartel de contraindicados en losmayores y sobre lo que
hubo que darmarcha atrásmuy poco tiempo después. Y, sobre todo, van también contra
el propio sentido común. ¿Dónde deberíamos situar el punto de corte si tiramos de la
edad como criterio para cualquier tipo de decisión?
Diré para cerrar este apartado que discriminamos, ofendemos y agredimos
a la dignidadde la personamayor cada vez que cualquiera de nosotros damos por
buenas en el día a día frases tan habituales como las de: “bastante bien está Vd.
para los años que tiene”, ó “a su edad que querrá”, o, peor aún, porque suele
traducir ignorancia, cuando el profesional de la salud, ya seamédico, farmacéutico
o enfermero, interpreta como “cosas de la edad” determinados problemas clínicos
cuya causa desconoce, muchas veces incluso sin haberse tomado siquiera la
molestiade indagar suorigen.