Page 100 - Medicamentos fantásticos
P. 100
utilizado durante la Edad Media y se siguió empleando en el
Renacimiento126.
Se ocupa de ellos, también, Francisco Nuñez de Oria127 quien los
considera calientes en primer grado y húmedos en segundo, como Avicena.
Los tiene por buen alimento, aunque sofístico, (engordan pero con carne
blanda, como dijo Dioscórides) y enumera la mayor parte de las virtudes
medicinales citadas.
En el siglo XVII, Fray Esteban Villa128 cuando elucubra sobre el
auténtico árbol de la ciencia, del bien y del mal, plantado en el paraíso, se
hace eco de quienes lo identifican con la higuera.
Considera a su hoja con suficiente porte como para vestir a Adán y
Eva y además ha sido siempre árbol de maldición. Cristo la maldijo por
infructuosa y el apóstol traidor, Judas, se ahorcó en sus ramas. No cree, sin
embargo, que fuera la europea, sino la de Indias, descrita por Acosta129, con
lo cual contribuye a situar en las colonias españolas la sede del antiguo
paraíso.
En el siglo XVIII ya eran muy poco utilizados en terapéutica, sólo en
tisanas pectorales y gargarismos, aunque seguían empleándose en la
composición de ungüentos y emplastos y en los dolores de dientes.130
126 De las propiedades medicinales de higos y leche de higuera, tal como las describió el
romano Dioscórides, se hace eco durante el Renacimiento, Gabriel ALONSO DE HERRERA, Obra
de agricultura, op., cit., fol. LXVIII-LXXXv.
127 Francisco NUÑEZ DE ORIA, Regimiento y aviso de sanidad…op., cit., pág. 260-262
128 Fray Esteban VILLA, Segunda parte de simples incógnitos en la medicina, Burgos: Pedro
Gómez de Valdivieso, 1654, pág. 7.
129 Cristóbal ACOSTA, Tractado de las drogas…op., cit., pág. 75-77. Luego de describirlo y
explicar las cualidades de sus frutos, similares a las ya mencionadas, añade: “Muchos tienen,
que con este fruto pecó Adán, por ser muy suave en olor, y sabor, y por la hoja ser tan hermosa
y tan grande, que bien cubre un hombre. Dicen que un curioso fraile de San Francisco, que
escribió de los misterios de la Tierra Santa, alabando mucho a estos higos, tiene la misma
opinión, de que yo no quiero disputar.”
130 Pierre POMET, Histoire generale des drogues…, op., cit., Tomo I, pág. 293.
100
Renacimiento126.
Se ocupa de ellos, también, Francisco Nuñez de Oria127 quien los
considera calientes en primer grado y húmedos en segundo, como Avicena.
Los tiene por buen alimento, aunque sofístico, (engordan pero con carne
blanda, como dijo Dioscórides) y enumera la mayor parte de las virtudes
medicinales citadas.
En el siglo XVII, Fray Esteban Villa128 cuando elucubra sobre el
auténtico árbol de la ciencia, del bien y del mal, plantado en el paraíso, se
hace eco de quienes lo identifican con la higuera.
Considera a su hoja con suficiente porte como para vestir a Adán y
Eva y además ha sido siempre árbol de maldición. Cristo la maldijo por
infructuosa y el apóstol traidor, Judas, se ahorcó en sus ramas. No cree, sin
embargo, que fuera la europea, sino la de Indias, descrita por Acosta129, con
lo cual contribuye a situar en las colonias españolas la sede del antiguo
paraíso.
En el siglo XVIII ya eran muy poco utilizados en terapéutica, sólo en
tisanas pectorales y gargarismos, aunque seguían empleándose en la
composición de ungüentos y emplastos y en los dolores de dientes.130
126 De las propiedades medicinales de higos y leche de higuera, tal como las describió el
romano Dioscórides, se hace eco durante el Renacimiento, Gabriel ALONSO DE HERRERA, Obra
de agricultura, op., cit., fol. LXVIII-LXXXv.
127 Francisco NUÑEZ DE ORIA, Regimiento y aviso de sanidad…op., cit., pág. 260-262
128 Fray Esteban VILLA, Segunda parte de simples incógnitos en la medicina, Burgos: Pedro
Gómez de Valdivieso, 1654, pág. 7.
129 Cristóbal ACOSTA, Tractado de las drogas…op., cit., pág. 75-77. Luego de describirlo y
explicar las cualidades de sus frutos, similares a las ya mencionadas, añade: “Muchos tienen,
que con este fruto pecó Adán, por ser muy suave en olor, y sabor, y por la hoja ser tan hermosa
y tan grande, que bien cubre un hombre. Dicen que un curioso fraile de San Francisco, que
escribió de los misterios de la Tierra Santa, alabando mucho a estos higos, tiene la misma
opinión, de que yo no quiero disputar.”
130 Pierre POMET, Histoire generale des drogues…, op., cit., Tomo I, pág. 293.
100