Page 9 - Medicamentos fantásticos
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Esa disparidad se hace presente desde la obra del propio Galeno
quien, pese a establecer las bases sobre las cuales pudo desarrollarse una
farmacología científica, basó sus conocimientos terapéuticos en la Materia
medicinal de Pedacio Dioscórides Anazarbeo (s. I) en donde se recoge,
aunque depurada, la tradición creencial anterior a él. Por si fuera poco,
escribió un tratado sobre la Triaca Magna, el alexifármaco con mayor
prestigio a lo largo de la historia que permaneció vigente desde el s. II a.C.
hasta 1950, tuvo un papel fundamental en la institucionalización del Real
Colegio de Boticarios de Madrid, a raíz de conseguir el privilegio de su
preparación (1732). Su desaparición, muy probablemente, se debió a los
acuerdos internacionales contra el empleo del opio y, sin embargo, pese a
su longevidad, es el medicamento mágico por excelencia.
Para explicar su actividad no importa el qué, -su naturaleza dirían
los griegos clásicos, su composición química diríamos ahora- sino el cómo
se fabrica: con exposición pública de los componentes, en ceremonias muy
solemnes, verificadas por las autoridades civiles y eclesiásticas –durante el
Renacimiento hicieron intervenir al mismísimo Papa de Roma-. Tampoco
importa demasiado con qué se fabrica, fundamentalmente plantas,
consideradas alexifármacas las muy olorosas y a ser posible exóticas;
minerales como la tierra sellada, sino de dónde proceden. Era fundamental
el lugar de recogida de la arcilla y el rito de la recolección; carne de víbora,
considerada un poco venenosa y adsorbente simpático-mágica de los
venenos, más opio a quien no se daba mucha importancia farmacológica;
vino, remedio más salutífero cuanto más exótico fuera –los italianos
aconsejaban vino español; los españoles italiano- y miel, el más
sorprendente de los medicamentos antiguos, pues hasta el siglo XVII no se
consideraba un producto de las abejas, sino polvo de estrellas depositado
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quien, pese a establecer las bases sobre las cuales pudo desarrollarse una
farmacología científica, basó sus conocimientos terapéuticos en la Materia
medicinal de Pedacio Dioscórides Anazarbeo (s. I) en donde se recoge,
aunque depurada, la tradición creencial anterior a él. Por si fuera poco,
escribió un tratado sobre la Triaca Magna, el alexifármaco con mayor
prestigio a lo largo de la historia que permaneció vigente desde el s. II a.C.
hasta 1950, tuvo un papel fundamental en la institucionalización del Real
Colegio de Boticarios de Madrid, a raíz de conseguir el privilegio de su
preparación (1732). Su desaparición, muy probablemente, se debió a los
acuerdos internacionales contra el empleo del opio y, sin embargo, pese a
su longevidad, es el medicamento mágico por excelencia.
Para explicar su actividad no importa el qué, -su naturaleza dirían
los griegos clásicos, su composición química diríamos ahora- sino el cómo
se fabrica: con exposición pública de los componentes, en ceremonias muy
solemnes, verificadas por las autoridades civiles y eclesiásticas –durante el
Renacimiento hicieron intervenir al mismísimo Papa de Roma-. Tampoco
importa demasiado con qué se fabrica, fundamentalmente plantas,
consideradas alexifármacas las muy olorosas y a ser posible exóticas;
minerales como la tierra sellada, sino de dónde proceden. Era fundamental
el lugar de recogida de la arcilla y el rito de la recolección; carne de víbora,
considerada un poco venenosa y adsorbente simpático-mágica de los
venenos, más opio a quien no se daba mucha importancia farmacológica;
vino, remedio más salutífero cuanto más exótico fuera –los italianos
aconsejaban vino español; los españoles italiano- y miel, el más
sorprendente de los medicamentos antiguos, pues hasta el siglo XVII no se
consideraba un producto de las abejas, sino polvo de estrellas depositado
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