Page 116 - REAL ACADEMIA DE DOCTORES DE ESPAÑA
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en nuestro universo, para que sea posible la vida, al menos tal como la conocemos.
La probabilidad de que todos esos sucesos y sobre todo, su oportunidad, sean al
azar es muy remota. Una casualidad, puede suceder, pero ¿más de 200 supuestos
para que se genere la vida?
La secuencia en que se producen los sucesos llevan un orden preciso. Y eso
lo vemos también en la creación de los elementos químicos, que es la lógica.
Primero, se constituyen las partículas subatómicas y después el átomo de
hidrógeno, el más sencillo. Y a partir de éste, los elementos químicos necesarios
para constituir las estrellas y planetas. Todos estos elementos llegaron a la Tierra y
a los demás planetas del sistema solar. Pero, no eran suficientes para crear vida.
Hacía falta algo más.
Y eso pasó, durante el intenso bombardeo tardío de meteoritos, producido
por los planetas gaseosos a una joven Tierra ya formada después de asimilar el
choque con Tea. Esos meteoritos, trajeron las moléculas esenciales para la vida, los
aminoácidos, justo en el momento en que ya había agua y la temperatura había
bajado hasta los 70 °C. Toda esa materia llegó al fondo del océano, donde se
unieron y fueron aprovechados para formar vida, la de las bacterias primitivas. El
bombardeo fue muy oportuno, y aunque no solo fue dirigido a la Tierra, solo
nuestro planeta fue capaz de aprovecharlos para crear la vida que conocemos.
Y es que no es fácil crear las moléculas que nos sustentan. Para formar el
ADN, hace falta poner en vecindad a C, O, N, P e H y que se combinen de una forma
determinada y no al azar y además, optimizada para almacenar la información
precisa para el funcionamiento celular. Suponer que una optimización así, pudo
haber surgido por puro azar, es un acto de fe mucho mayor de lo que muchos
estaríamos dispuestos a creer. Como decía Einstein: “Dios no juega a los dados”.
Y así, también para las 30.000 proteínas que componen el ser humano, con
aún mayor variedad de átomos.
¿Azar, casualidad o propósito?
116|Capítulo 12: La oportunidad en la construcción de la vida: ¿azar o propósito?
La probabilidad de que todos esos sucesos y sobre todo, su oportunidad, sean al
azar es muy remota. Una casualidad, puede suceder, pero ¿más de 200 supuestos
para que se genere la vida?
La secuencia en que se producen los sucesos llevan un orden preciso. Y eso
lo vemos también en la creación de los elementos químicos, que es la lógica.
Primero, se constituyen las partículas subatómicas y después el átomo de
hidrógeno, el más sencillo. Y a partir de éste, los elementos químicos necesarios
para constituir las estrellas y planetas. Todos estos elementos llegaron a la Tierra y
a los demás planetas del sistema solar. Pero, no eran suficientes para crear vida.
Hacía falta algo más.
Y eso pasó, durante el intenso bombardeo tardío de meteoritos, producido
por los planetas gaseosos a una joven Tierra ya formada después de asimilar el
choque con Tea. Esos meteoritos, trajeron las moléculas esenciales para la vida, los
aminoácidos, justo en el momento en que ya había agua y la temperatura había
bajado hasta los 70 °C. Toda esa materia llegó al fondo del océano, donde se
unieron y fueron aprovechados para formar vida, la de las bacterias primitivas. El
bombardeo fue muy oportuno, y aunque no solo fue dirigido a la Tierra, solo
nuestro planeta fue capaz de aprovecharlos para crear la vida que conocemos.
Y es que no es fácil crear las moléculas que nos sustentan. Para formar el
ADN, hace falta poner en vecindad a C, O, N, P e H y que se combinen de una forma
determinada y no al azar y además, optimizada para almacenar la información
precisa para el funcionamiento celular. Suponer que una optimización así, pudo
haber surgido por puro azar, es un acto de fe mucho mayor de lo que muchos
estaríamos dispuestos a creer. Como decía Einstein: “Dios no juega a los dados”.
Y así, también para las 30.000 proteínas que componen el ser humano, con
aún mayor variedad de átomos.
¿Azar, casualidad o propósito?
116|Capítulo 12: La oportunidad en la construcción de la vida: ¿azar o propósito?