An. Real. Acad. Farm. vol 80 nº 4 2014 - page 102

J. R. Lacadena, F. J. Rubia, J. Pintor
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pero que hoy sabemos que se llamaba Henry
Molaison tras su muerte en el año 2008 (Figura 7).
Este paciente sufría de ataques epilépticos
en ambos lóbulos temporales, por lo que un
neurocirujano le extirpó grandes regiones de
ambos lóbulos incluido el hipocampo de los dos
lados. Los ataques desaparecieron, pero el paciente
sufrió desde entonces una amnesia anterógrada, es
decir que olvidaba al cabo de una hora todo lo que
experimentaba, conservando en cambio la memoria
de lo vivido antes de la operación. La amnesia
anterógrada se manifestaba, por ejemplo, en el
hecho de que cada día que entraba el médico a visitarle le saludaba como si no lo
conociese, como si el día anterior no lo hubiese visto. O en que el paciente lloraba
cada vez que se le decía que un tío muy querido por él había fallecido.
Hoy sabemos que la llamada memoria explícita, episódica o autobiográfica
depende del hipocampo, pero también la memoria espacial, demostrada
recientemente con técnicas modernas de neuroimagen en taxistas londinenses que
tenían un hipocampo de mayor tamaño que el ciudadano normal de Londres, ya
que los taxistas tienen que orientarse continuamente en la ciudad y pasar
previamente un durísimo examen con el aprendizaje de numerosas rutas para
poder llegar a conseguir su licencia. El aumento del hipocampo se explica hoy por
otro descubrimiento relativamente reciente, a saber que en el hipocampo existe
neurogénesis, o sea creación de nuevas células, algo desconocido cuando yo
estudiaba medicina.
Evidentemente, el paciente H. M. sufría asimismo de un grave deterioro en
la memoria espacial y se manifestaba en la incapacidad para aprender y encontrar
el camino en barrios que no conocía.
Pero la importancia del hipocampo para la orientación espacial del animal
fue definitivamente confirmada por los descubrimientos de John O’Keefe en 1971.
En este año, O’Keefe y su estudiante Jonathan Dostrovsky publicaron en la revista
Brain Research un trabajo titulado “El hipocampo como un mapa espacial” en el
que constataron que las neuronas del hipocampo dorsal disparaban cuando los
animales, concretamente ratas, estaban localizadas en una parte determinada de
su entorno, pero no en otros lugares. A estas neuronas, los autores las llamaron
“place cells” o neuronas de lugar (Figura 8).
Y a las neuronas que no tenían nada que ver con la posición del animal en el
espacio las llamaron “displace cells”.
Figura 7.
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