Page 17 - Medicamentos fantásticos
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farmacológicos que en algunos textos de creadores de lo fantástico y, en
unos y otros, un hilo de racionalidad dentro de lo maravilloso. En los libros
farmacológicos podemos encontrarnos, como he dicho, con inmortal polvo
de estrellas materializado en miel, pero también con plantas origen de todo
lo creado. Nada de creacionismo bíblico o evolucionismo darvinista; la
planta madre, ligada a la tierra originaria de las mandrágoras. Podemos ver
plantas corredoras y aullantes. Perlas concebidas gracias a la preñez de las
ostras, asomadas a la superficie marina para recibir el rocío de la mañana y
así quedarse embarazadas. Árboles, hierbas o arbustos en íntima
conjunción con Saturno, capaces de curar la dolorosa melancolía; otros con
Venus o con cualquier planeta celeste quienes, a través de las cadenas
astrales, influyen sobre las hierbas, las piedras, las bestias y los humanos,
en influjos analizados con precisión anatómica, o dragones o basiliscos,
capaces de petrificarnos con la mirada o esmeraldas nacidas en la cuna de
los míticos grifos o islas perdidas en la nebulosa, cuna de los topacios.
La literatura, incluso la fantástica, tras las huellas de una verdad
científica aparentemente antigua y periclitada, capaz de volver a fabular
sobre lo pasado para así hacernos ver el presente.
El mito de Panacea, sigue con plena vigencia. La diosa Panacea fue,
junto a su hermana Higea –diosa de la higiene- y sus hermanos los médicos
Macaón y Podalirio, una de los cuatro hijos del médico divinizado
Esculapio. Panacea es la diosa capaz de curarlo todo. Cuando la medicina
era impotente dada su escasa capacidad técnica, los literatos satirizaban
sus prácticas. Al menos en la literatura española, hay una importantísima
corriente satírica desde el siglo XIII al XVIII, sobre médicos, cirujanos y
boticarios.
En la actualidad, los humanistas permanecen silenciosos,
seguramente perplejos ante la capacidad de la ciencia, la tecnología y las
aplicaciones de ambas a la medicina y la terapéutica.
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unos y otros, un hilo de racionalidad dentro de lo maravilloso. En los libros
farmacológicos podemos encontrarnos, como he dicho, con inmortal polvo
de estrellas materializado en miel, pero también con plantas origen de todo
lo creado. Nada de creacionismo bíblico o evolucionismo darvinista; la
planta madre, ligada a la tierra originaria de las mandrágoras. Podemos ver
plantas corredoras y aullantes. Perlas concebidas gracias a la preñez de las
ostras, asomadas a la superficie marina para recibir el rocío de la mañana y
así quedarse embarazadas. Árboles, hierbas o arbustos en íntima
conjunción con Saturno, capaces de curar la dolorosa melancolía; otros con
Venus o con cualquier planeta celeste quienes, a través de las cadenas
astrales, influyen sobre las hierbas, las piedras, las bestias y los humanos,
en influjos analizados con precisión anatómica, o dragones o basiliscos,
capaces de petrificarnos con la mirada o esmeraldas nacidas en la cuna de
los míticos grifos o islas perdidas en la nebulosa, cuna de los topacios.
La literatura, incluso la fantástica, tras las huellas de una verdad
científica aparentemente antigua y periclitada, capaz de volver a fabular
sobre lo pasado para así hacernos ver el presente.
El mito de Panacea, sigue con plena vigencia. La diosa Panacea fue,
junto a su hermana Higea –diosa de la higiene- y sus hermanos los médicos
Macaón y Podalirio, una de los cuatro hijos del médico divinizado
Esculapio. Panacea es la diosa capaz de curarlo todo. Cuando la medicina
era impotente dada su escasa capacidad técnica, los literatos satirizaban
sus prácticas. Al menos en la literatura española, hay una importantísima
corriente satírica desde el siglo XIII al XVIII, sobre médicos, cirujanos y
boticarios.
En la actualidad, los humanistas permanecen silenciosos,
seguramente perplejos ante la capacidad de la ciencia, la tecnología y las
aplicaciones de ambas a la medicina y la terapéutica.
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