Segundo Curso Avanzado sobre Obesidad - page 49

Obesidad y balance energético|49
(el denominado confort térmico y su impacto en el gasto energético), mecanización
de las tareas laborales que requieren menor esfuerzo físico en la mayor parte de
los casos, mejora en los transportes públicos, y un aumento enorme en el empleo
del transporte motorizado privado, etc. Pero también se han producido cambios
importantes en las actividades en el tiempo libre, que de manera definitiva han
contribuido a aumentar el tiempo de sedentarismo y a reducir la cantidad de
actividad física. En este sentido, debe recordarse que la energía consumida durante
la actividad física es el componente más variable del gasto total de energía. Incluye
la que se destina al ejercicio físico voluntario, así como la que se utiliza
involuntariamente en actividades y control postural. El coste energético de la
actividad física depende de factores como la composición corporal, la intensidad y
duración del ejercicio físico, así como de la eficacia neta del trabajo. Por otra parte,
la actividad física suele guardar una relación inversa, tanto con la edad como con la
adiposidad. En definitiva, parece que cada vez nos cuesta más modular el balance
energético, y tanto a nivel individual como colectivo.
El conocimiento de los requerimientos energéticos es esencial para
establecer correctamente las recomendaciones nutricionales para los distintos
grupos poblacionales. Es importante también recordar que no resulta factible
medir el consumo de energía total, o el gasto energético de reposo en todos los
casos en los que se requiere información acerca de los requerimientos energéticos
de una persona. Por otro lado, el establecimiento de recomendaciones de ingesta
energética se ha basado fundamentalmente en estimaciones del consumo de
alimentos registrados o notificados por la propia persona, métodos factoriales y
estudios de balance. En la actualidad, se cree que estos métodos no proporcionan
estimaciones exactas y objetivas del consumo de energía de una persona. En
definitiva, existe consenso en la necesidad imperiosa de desarrollar estudios que
permitan cuantificar adecuadamente el denominado “balance energético”, de
acuerdo a las características del individuo del siglo XXI, y los diversos factores que
lo pueden condicionar.
El estilo de vida sedentario, o mejor dicho, estilo de vida inactivo es una
característica común del estilo de vida de sociedades desarrolladas, y de manera
aún más marcada de los países mediterráneos del sur de Europa. En el caso de la
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