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El siguiente grupo a la derecha, es el del nitrógeno, un no metal típico y muy
aristocrático. Está considerado como un gas noble, por su baja reactividad, por lo
que se codea con el helio y los restantes gases nobles del grupo 18 de la tabla
periódica. En la atmósfera que respiramos es el rey, ya que es su componente
mayoritario (78%), muy por encima del oxígeno (21%), dejando a los gases nobles,
de más rancia nobleza, solo con las migajas. Además, tiene su propio ciclo, que es
vital para la nutrición vegetal. El ciclo del nitrógeno, es una de las tres reacciones
redox más importantes del medio biológico. Aquí se codea, nada menos, que con la
fotosíntesis y la cadena respiratoria mitocondrial.

Si el nitrógeno es aristocrático, aunque pobre (se encuentra en los abonos),
el berilio es el ricachón del barrio. La familia mineralógica del berilio, está formada
por algunas de las más famosas y bellas piedras preciosas, como la aguamarina de
color azul o verde pálido, la esmeralda que es verde oscura y la menos conocida
morganita de tonalidades rosadas. Y el aluminio, también pide su sitio en esta elite.
El zafiro y el rubí son óxido de aluminio.

El fósforo, ha resultado un elemento antipático por el uso que se le dio en la
Segunda Guerra Mundial. Mientras que las bombas incendiarias de magnesio,
quemaban edificios, las de fósforo blanco mataban a las personas. Trágico. Hoy en
día, se sigue utilizando en proyectiles de artillería.

Pero, el fósforo también tiene otra cara amable, su uso en forma de fosfatos,
base de los fertilizantes que han acabado con la limitación de las cosechas debido a
la escasez de fósforo en el suelo y por tanto, ha contribuido a evitar hambrunas en
la historia de la humanidad.

El arsénico, vecino de abajo del fósforo, es otro elemento de mala fama. Es
un veneno y es cancerígeno. Una de las ideas más tontas y peligrosas del siglo XIX,
la tuvo William Morris, el Dior inglés de la época victoriana, que promovía el uso
del verde esmeralda, también llamado verde de París, un pigmento de arsénico, en
los tapices. El problema, es que con la tradicional humedad inglesa, se convertía el
arsénico en su peligrosísima forma gaseosa de arsina (AsH3), que enfermaba e
incluso mataba a los que vivían en esa casa. La creencia de que el clima húmedo es
malo para la salud, se gestó desde entonces.

Capítulo 10: Los elementos químicos en la Tierra|103
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