ARTęCULO

Wilhelm y Alexander von Humboldt y la cultura espa–ola

Mart’n Almagro-Gorbea*

Real Academia de la Historia, Madrid

*e-mail: anticuario@rah.es


Recibido el 8 de octubre de 2014                                          An. Real Acad. Farm. Vol. 80, NĽ 3 (2014), pag.578-599

resumen

An‡lisis de las relaciones de los hermanos Alexander y Wilhelm von Humboldt con la cultura y la ciencia espa–olas, con las que entraron en contacto en sus estudios cient’ficos. El tema, escasamente valorado, ayuda a comprender su visi—n sobre Espa–a, los resultados de dichos estudios, en ocasiones discutibles, y la apreciaci—n de los mismos desde la mentalidad espa–ola.

Palabras clave: Alejandro de Humboldt; Guillermo de Humboldt; Ciencias Naturales; Lingź’stica; Historia de la Ciencia.

abstract

Analysis of the relationship of Alexander and Wilhelm von Humboldt with Spanish culture and science. The theme, poorly valued, help to understand their vision of the Spain culture. The results of these studies, sometimes controversial, help to understand the appreciation of their researches in the Spanish cultural tradition.

Keywords: Alexander von Humboldt. Wilhelm von Humboldt. Natural Sciences. Linguistic. History of Science.

Wilhelm (1767-1835) y Alexander (1769-1859), como es bien sabido, eran hijos del matrimonio de Alexander Georg von Humboldt con una viuda burguesa de origen hugonote, Maria Elizabeth Colomb. Ella se ocup— de darles en su Palacio de Tegel una esmerada formaci—n liberal, pr—xima al ideario pedag—gico de Rousseau, que les imprimi— un esp’ritu cosmopolita y cient’fico al servicio del progreso de la humanidad, formaci—n que pas— a ser el modelo de la juventud intelectual germana.

Este ambiente familiar, la formaci—n recibida y su esp’ritu republicano pr—ximo a la Revoluci—n Francesa hacen que sus vidas ofrezcan muchos elementos comunes, aunque desde su juventud uno y otro hermano muestran caracteres y vocaciones diferentes, uno orientado hacia las humanidades y otro hacia la ciencia. Wilhelm se sinti— atra’do hacia la teor’a pol’tica, la educaci—n y la lingź’stica, mientras que Alexander se dedic— a la naturaleza y las ciencias de la tierra.

Las circunstancias vitales de uno y otro les llevaron, por motivos diferentes, a viajar a Espa–a y a entraran en contacto con sus gentes y su cultura, de la que se sent’an extra–os por su ambiente familiar y su formaci—n. Ello les permiti— establecer relaci—n con la tradici—n cient’fica y humanista espa–olas del siglo XVIII, pero estos contactos, de evidente interŽs, no siempre se han valorado al estudiar su vida y su obra ni en la Historia de la Cultura Espa–ola. Por ello, me ha parecido oportuno exponer algunos aspectos de mayor interŽs, m‡s profundos de lo que generalmente se piensa, en esta ocasi—n en la que la Asociaci—n Alexander von Humboldt de Espa–a se reśne en esta Real Academia de la Historia.

El primero en venir a Espa–a en la primavera de 1799 fue Alexander[1], seguido poco despuŽs de Wilhelm, en el oto–o de ese mismo a–o. Alexander creci— en la era de las grandes expediciones, como las de Antonio de Ulloa y Jorge Juan (1735-1744), Carsten Niebuhr (1761-67), Louis Antoine de Bougainville (1766-69), James Cook (1768-71, 1772-75, 1776-80) y Alejandro Malaspina (1789-94). Sus relatos le fascinaron desde joven y suscitaron su afici—n rom‡ntica a las regiones tropicales, idealizadas por Rousseau y Buffon y al leer obras de Haller, Mac Pherson y Goethe que recreaban la naturaleza y describ’an al hombre primitivo alejado de la civilizaci—n[2].

Alexander hab’a sido invitado a participar en un viaje alrededor del mundo organizado por la Francia del Directorio que fracas— por falta de medios, y tampoco pudo ir a estudiar el Atlas, por la inestabilidad pol’tica de Marruecos. Entonces decidi— solicitar permiso al Rey de Espa–a para realizar un viaje a AmŽrica, cuyas tierras eran muy poco conocidas por los no espa–oles, aunque algunas expediciones cient’ficas del siglo XVIII hab’an empezado a tocar en sus puertos, pues la Corona espa–ola restring’a el paso de extranjeros a AmŽrica, como evidencian los escasos relatos de viajes publicados en la Europa de la Žpoca[3].

Philippe von Forell, embajador de Sajonia en Madrid, personalmente interesado en los estudios cient’ficos, le ayud— a introducirse en la Corte y a negociar su proyecto, pues era amigo y colaboraba con JosŽ Clavijo, as’ como con Cristian Herrgen, profesor de mineralog’a del Real Gabinete de Historia Natural y del Real Estudio de Mineralog’a, segśn indica el propio Humboldt en su Viaje a las Regiones Equinociales del Nuevo Continente. En este sentido, Alexander podr’a incluise entre los especialistas alemanes en Minerolog’a que vinieron a la Espa–a ilustrada. En Madrid estaban los hermanos Heuland, que fueron comisionados para una expedici—n a Chile; Christian Herrgen fue el primer catedr‡tico de mineralog’a en Espa–a; Johann Heinrich Thalacker fue colector de minerales para el Real Gabinete de Historial Natural y especialistas sajones colaboraban en la direcci—n tŽcnica de las minas de AlmadŽn[4].

En la solicitud presentada[5], Alexander expone c—mo ŇTeniendo un ardiente deseo de ver otra parte del mundo y de verla con la referencia de la f’sica general, de estudiar no solamente las especies y sus caracteres, estudio que se ha hecho casi exclusivamente hasta hoy d’a, sino la influencia de la atm—sfera y de su composici—n qu’mica sobre los cuerpos organizados; la formaci—n del globo, las identidades de estratos en los pa’ses m‡s alejados unos de otros, en fin, las grandes armon’as de la Naturaleza, tuve el deseo de dejar por algunos a–os el servicio del Rey y de sacrificar una parte de mi peque–a fortuna al progreso de las CienciasÉÓ Su objetivo cient’fico era comprender el mundo natural en su mutua interacci—n, pues presupon’a la unidad de todos los fen—menos y pretend’a descubrir su interacci—n con el ser humano, objetivo que cristaliza en su obra cumbre, Cosmos, s’ntesis de toda su vida cient’fica[6]. Para ello Humboldt llevaba consigo los m‡s novedosos instrumentos cient’ficos para determinar la posici—n astron—mica, analizar la declinaci—n y la inclinaci—n magnŽticas, la composici—n del aire, la temperatura del mar, etc.

El 11 de marzo de 1799 Forell escribi— a Mariano Luis de Urquijo[7], Secretario de Estado desde 1798, que era un destacado reformista de la Ilustraci—n, interesado por el progreso de las ciencias e impulsor desde la Real Academia de la Historia de la Real CŽdula de 1803, que puede considerarse la primera legislaci—n sobre Patrimonio Hist—rico de Europa[8], y le ped’a que hiciera llegar una memoria a Carlos IV para apoyar el viaje de Humboldt y Bonpland. La solicitud suscit— el interŽs de la corte espa–ola y, con el apoyo de Urquijo[9], el Rey les concedi— pasaportes muy generosos y cartas de recomendaci—n para viajar a AmŽrica con sus instrumentos, pues el viaje iba a permitir grandes avances en el conocimiento cient’fico de la Naturaleza. TambiŽn recib’an el encargo, por escrito, de recolectar plantas y minerales para museos y jardines bot‡nicos espa–oles[10]y el permiso para estudiar las minas, cuyo interŽs econ—mico l—gicamente era muy valorado por el gobierno espa–ol.

Alexander narra estos hechos as’: Ňfui presentado a la corte de Aranjuez, en el mes de marzo de 1799. El rey se dign— acogerme con bondad. Le expuse los motivos que me induc’an a emprender un viaje al nuevo continente y a las islas Filipinas, y presentŽ una memoria sobre esta materia al secretario de Estado. El caballero de Urquijo apoy— mi solicitud y logr— allanar todos los obst‡culos. El proceder de este Ministro fue tanto m‡s generoso cuanto no ten’a yo nexo ninguno personal con Žl. El celo que mostr— constantemente para la ejecuci—n de mis proyectos no ten’a otro motivo que su amor por las ciencias. Es un deber y una satisfacci—n para m’ consignar en esta obra el recuerdo de los servicios que me prest—Ó.

Humboldt comprendi— la importancia de esta generosa colaboraci—n, que les garantizaba protecci—n y ayuda en AmŽrica, pues ŇNunca hab’a sido acordado a un viajero permiso m‡s lato; nunca un extranjero hab’a sido honrado con mayor confianza de parte del gobierno espa–olÓ[11]. Alexander declar— al Journal de Bordeaux que el viaje fue costeado por Žl, pero el Rey de Espa–a le permiti— realizarlo y le proporciono un apoyo log’stico que supon’a una Ňconsiderable aportaci—n econ—micaÓ con el consiguiente ahorro de costes, a lo que se a–ad’a el apoyo que supon’an los funcionarios y gentes locales, al alojarles, acompa–arles y auxiliarles en las exploraciones. Adem‡s, sus contactos personales le facilitaban sus objetivos, pues su habilidad diplom‡tica, como la de su hermano Wilhelm, le ayud— a moverse en la sociedad aristocr‡tica del Viejo RŽgimen para obtener los apoyos necesarios. Humboldt coment— a FriedlŠnder Ňlas ventajas de su alianza financiera con IrandaÓ, marquŽs de origen guipuzcoano del Consejo Real de Hacienda, que era uno de los comerciantes m‡s ricos de Espa–a, pues controlaba una amplia red de negocios con ramificaciones en Europa y AmŽrica, donde ten’a mucha influencia[12]. Alexander al instalarse en Madrid, escribi— a Kunth el 4 de abril de 1799 que Iranda Ňle trataba como un padre y le facilitar’a todo lo necesario para su viajeÓ.

El famoso viaje a AmŽrica de Alexander von Humboldt se ha descrito en numerosas ocasiones, pero parece oportuno hacer aqu’ un breve resumen[13]. Humboldt zarp— en 1799 de La Coru–a en la fragata espa–ola Pizarro hasta las Canarias, donde ascendi— al Teide para hacer experimentos[14]. En julio lleg— al puerto de Cuman‡, en Venezuela, y visit— la costa de la Guayana. En enero de 1800 parti— de Caracas hasta Portocabello y, desde la fortaleza de San Carlos del R’o Negro explor— este r’o y despuŽs remont— el Orinoco hasta sus fuentes en las tierras de Esmeralda, descendiendo a continuaci—n hasta su delta en la Guayana para regresar a Cuman‡.

Desde aqu’ parti— para La Habana y permaneci— tres meses en Cuba[15]. Al tener noticias de que pasar’a por Chile y Perś el capit‡n Nicolas Baudin en su viaje alrededor del mundo que le llevar’a a Australia, en marzo de 1801 flet— una peque–a goleta hasta Cartagena de Indias con la intenci—n de alcanzar por el istmo de Panam‡ el Mar del Sur para encontrarse con Baudin y recorrer el Pac’fico. Sin embargo, su viaje tuvo otro itinerario. Ascendi— por el r’o Magdalena en Colombia hasta Santa Fe de Bogot‡, capital del Reino de Nueva Granada (actuales Colombia, Venezuela y Ecuador), donde conoci— la magn’fica colecci—n de JosŽ Celestino Mutis y recorri— la regi—n hasta septiembre de 1801. Cruz— los Andes y por Popay‡n lleg— a Quito en enero de 1802, donde durante un a–o realiz— expediciones acompa–ado por Carlos Montśfar, hijo del marquŽs de Selva Alegre.

Tras explorar la selva del Amazonas regres— a travŽs de los Andes. Vio la calzada del Inca, pas— por Cajamarca y Trujillo, visit— las ruinas chimśes de Chan Chan, lleg— a Lima y en Guayaquil redact— el borrador del Essai sur la gŽographie des plantes[16] antes de embarcar para MŽxico. Lleg— a Acapulco, pas— por Cuernavaca y lleg— a la capital, que entonces ten’a 150.000 habitantes y que Humboldt compar— a las m‡s bellas ciudades de Europa. En MŽxico le impresionaron sus instituciones cient’ficas y culturales, como el Colegio de Miner’a, el Jard’n Bot‡nico y la Real Academia de San Carlos, a las que me referirŽ m‡s adelante. Tras recorrer diversos lugares y estudiar y cartografiar los territorios de Nueva Espa–a que hoy conforman MŽxico[17], embarc— en Veracruz rumbo a La Habana, donde recogi— las colecciones dejadas en 1801 y, tras hacer escala en Filadelfia, volvi— a Europa en julio de 1804.

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Humboldt no s—lo se interes— por la naturaleza. Para comprender el Nuevo Mundo, estudi— las culturas prehisp‡nicas, los relatos de los primeros cronistas y misioneros desde el Descubrimiento, adem‡s de las complilaciones e historias posteriores. En su Examen critique se–ala que Ňla lectura de las obras que contienen las narraciones de los conquistadores ha tenido para m’ especial atractivo, y las investigaciones hechas en algunos archivos de AmŽrica y en bibliotecas de diferentes partes de Europa me han facilitado el estudio de una rama descuidada de la literatura espa–olaÓ. En efecto, refiere el desconocimiento en Europa de esta bibliograf’a, que contrasta con las numerosas citas de cronistas que ofrecen sus obras, Vues des CordillŹres et monumens des peuples indigŹnes de lŐAmŽrique[18], Examen critique de lŐhistoire de la gŽographie du Nouveau Continent[19] y tambiŽn en su s’ntesis Kosmos[20].

Vues des CordillŹres es un libro de AmŽrica en im‡genes, espectacular por sus magn’ficas 69 l‡minas, procedentes de sus croquis personales, de pintores locales y de manuscritos ind’genas. Refleja su interŽs por las culturas prehisp‡nicas y constituye el primer libro cient’fico europeo sobre AmŽrica que inclu’a la historiograf’a espa–ola, tantas veces olvidada en Europa, pues ya en Madrid hab’a entrado en contacto con Juan Bautista Mu–oz[21], quien, como Cronista de Indias, custodiaba la documentaci—n y cartograf’a sobre el Nuevo Mundo, hoy en buena parte conservada en esta Real Academia de la Historia[22].

Vues des CordillŹres es la obra de un antrop—logo, etn—grafo y arque—logo enamorado de la diversidad de culturas y lenguas americanas, que analiza con mŽtodo comparativo, a la vez que las describe e ilustra como un prerrom‡ntico. Humboldt coincide con los cronistas espa–oles al percibir c—mo las ideas que caracterizan a un pueblo proceden de sus ra’ces hist—ricas[23], en un proceso de Ňlongue durŽeÓ. Discute la supuesta inferioridad americana planteada por Buffon y otros autores[24] y, al analizar el origen y evoluci—n de los pueblos ind’genas de AmŽrica, plantea la antigźedad del hombre americano, que consideraba de origen asi‡tico mongoloide, dentro de la unidad biol—gica y cultural del gŽnero humano; tambiŽn valor— las relaciones culturales entre Asia y las altas culturas de MŽxico y Perś, segśn dedujo del estudio de los cronistas espa–oles y del an‡lisis comparado de monumentos, jerogl’ficos, instituciones, cosmogon’as e ideas religiosas[25]. Su visi—n era determinista respecto al medio natural, por influjo de Winckelmann y Goethe[26]: ŇNo puede desconocerse que el clima, la configuraci—n del suelo, la fisonom’a de los vegetales, el aspecto de una naturaleza risue–a o salvaje influyen en el progreso de las artesÉ; influencia m‡s sensible a medida que el hombre se encuentra m‡s apartado de la civilizaci—nÓ [27].

La Arqueolog’a en la AmŽrica hispana se hab’a desarrollado notablemente a lo largo del siglo XVIII, impulsada por el descubrimiento de Pompeya por Carlos III, el ŇRey Arque—logoÓ[28]. Esta novedosa Arqueolog’a hispanoamericana hab’a permitido romper el marco del mundo cl‡sico y convertirse en una ciencia hist—rica universal[29]. Humboldt, al describir unas impresionantes esculturas procedentes del Templo Mayor descubiertas en 1790 y 1791 bajo la Plaza Mayor de MŽxico, la Coatlicue, la Piedra de Tizoc y la Piedra del Sol, sigue la interpretaci—n de Antonio de Le—n y Gama[30] y de Guillermo Dupaix, segśn indica en su Diario. Considera que la Piedra del Sol ser’a una Ňpiedra de sacrificios por donde corr’a la sangre. No ser’a extra–o que, como se sacrificaban los prisioneros a los dioses, se hubiera adornado la piedra de sacrificios con los triunfos del reyÓ. Sin embargo, JosŽ Alcina y otros investigadores actuales han criticado la visi—n arqueol—gica sobre AmŽrica de Humboldt, sin dejar de reconocer sus mŽritos[31]. En su viaje por MŽxico visit— Cholula, pero se observa cierto desinterŽs por visitar yacimientos importantes, como Teotihuac‡n o Xochicalco, en los que recurri— a utilizar las publicaciones de JosŽ Antonio Alzate[32] y Pedro JosŽ de M‡rquez[33]. Adem‡s, su visi—n evolutiva de las culturas del mundo tiene siempre a la cultura greco-latina como modelo, lo que le llev— a considerar toscas las pinturas y esculturas prehisp‡nicas por su alejamiento de los c‡nones cl‡sicos[34], a pesar de defender el car‡cter de civilizaciones avanzadas de algunas culturas prehisp‡nicas americanas. Esta visi—n cl‡sico-cŽntrica ha sido justamente criticada, aunque pueda considerarse caracter’stica de su tiempo y de su formaci—n clasicista[35].

M‡s interŽs ofrece la autorizada opini—n de Humboldt sobre la sociedad hispana, pues permite conocer los notables avances de la ciencia espa–ola durante la Ilustraci—n, que cristalizaron en el reinado de Carlos IV. Humboldt ofrece repetidas veces en sus publicaciones y en su correspondencia una imagen muy positiva de la investigaci—n desarrollada en Espa–a y en las capitales virreinales[36], cuyos logros cient’ficos eran en su Žpoca casi completamente desconocidos en Europa.

Ya desde su llegada, cuando preparaba su expedici—n en Madrid, miembros de expediciones anteriores le facilitaron las importantes colecciones que hab’an tra’do[37]. TambiŽn admir— los avances de la astronom’a naśtica cultivada por la marina espa–ola, que era esencial para una buena cartograf’a: ŇLa posterioridad m‡s remota agradecer‡ a los marinos espa–oles los immensos y importantes trabajos q.e han savido accopiar en los śltimos 20 a–os. Yo a lo menos no conosco otra naci—n qe uviese adelantado m‡s la Astronom’a naśtica en publicando m‡s mapas exactos en tan corto tiempoÓ[38], e igualmente se–al— c—mo los estudios cartogr‡ficos de Joaqu’n Francisco Hidalgo en Cartagena de Indias eran excelentes, sin comparaci—n con los de ninguna otra naci—n europea[39].

La visi—n m‡s positiva la ofrece en Mexico, donde lleg— en 1803, pues era el reino m‡s desarrollado y en Žl complet— su experiencia sobre la AmŽrica Hispana[40]. Sobre MŽxico llega a escribir: ŇNinguna ciudad del Nuevo Continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos, presenta establecimientos cient’ficos tan grandes y s—lidos como la capital de MŽxico. CitarŽ s—lo la Escuela de Minas,É el Jard’n Bot‡nico y la Academia de pintura y escultura conocida con el nombre de Academia de las Nobles Artes[41].

Algunas de las expresiones de Alexander von Humboldt sobre el desarrollo cient’fico de hispanoamŽrica causan sorpresa, pues contrastan con la tradici—n de la Leyenda Negra asumida por Europa y asimilada por buena parte de la sociedad espa–ola actual: ŇDesde fines del reinado de Carlos III, y durante el de Carlos IV, el estudio de las ciencias naturales ha hecho grandes progresos no s—lo en MŽxico, sino tambiŽn en todas las colonias espa–olas. Ningśn gobierno europeo ha sacrificado sumas m‡s considerables que el espa–ol, para fomentar el conocimiento de los vegetales. Tres expediciones bot‡nicas, a saber, las del Perś, Nueva Granada y Nueva Espa–a, dirigidas por los se–ores Ruiz y Pav—n, don Jose Celestino Mutis y los se–ores Sesse y Moci–o, han costado al Estado cerca de 400,000 pesosÓ[42].

En efecto, JosŽ Celestino Mutis, enviado en 1763 a Bogot‡, capital de Nueva Granada era el bot‡nico m‡s eminente de AmŽrica, que perfeccion— el estudio y dibujo de las plantas, mantuvo correspondencia con Lineo y fund— el primer observatorio astron—mico en la AmŽrica espa–ola[43]. En 1783, dirigi— la cŽlebre Expedici—n Bot‡nica, la mayor empresa de este tipo en su Žpoca. Humboldt fue largo tiempo huŽsped suyo y mantuvo correspondencia con su sucesor, Francisco JosŽ de Caldas. Otras dos importantes expediciones bot‡nicas fueron patrocinadas por la Corona de Espa–a: Ru’z y Pav—n estudi— las plantas en Perś y Chile y el doctor Mart’n SessŽ las de Guatemala, MŽxico y California. Adem‡s, Humboldt encontr— en Lima una expedici—n cient’fica de la que formaba parte el ge—logo JosŽ Elhuyar y tambiŽn el bot‡nico alem‡n Bar—n de Nordenflict[44], quienes le trataron como anfitriones y colaboradores y, en MŽxico, el Director de la Escuela de Miner’a, Manuel del R’o[45], descubridor del vanadio, hab’a sido compa–ero suyo de estudios en la Escuela de Freiburg en 1792.

Todav’a mayor entusiasmo le produce la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva Espa–a, que fue la primera Academia del continente americano, pues hab’a sido creada por Carlos III en 1783 al recoger una iniciativa de las elites criollas encauzada por el virrey Bernardo de G‡lvez[46]. Su admiraci—n se refleja en las expresiones recogidas en su Ensayo pol’tico sobre Nueva Espa–a: ŇEsta academia debe su existencia al patriotismo de varios particulares mexicanos y a la protecci—n del ministro G‡lvez. El gobierno le ha cedido una casa espaciosa, en la cual se halla una colecci—n de yesos m‡s bella y completa que ninguna de las de Alemania. Se admira uno al ver que el Apolo de Belvedere, el grupo de Lacoonte y otras estatuas aśn m‡s colosales han pasado por caminos de monta–a que por lo menos son tan estrechos como los de San Gotardo (Suiza), y se sorprende al encontrar estas grandes obras de la antigźedad reunidas bajo la zona t—rrida, y en una meseta que est‡ a mayor altura que el convento del Gran San BernardoÓ[47].

A continuaci—n, Humboldt explica su financiaci—n y los efectos de la renovaci—n neocl‡sica impulsada desde la Academia, que hizo que considerara a MŽxico la Ňciudad de los palaciosÓ, pues antes de la independencia era la primera ciudad de AmŽrica y una de las m‡s bellas del mundo: ŇLas rentas de la Academia de las Bellas Artes de MŽxico son de 24,500 pesos, de los que el gobierno da 12,000, el cuerpo de mineros mexi­canos cerca de 5,000 y el consulado, o junta de los comerciantes de la ciudad, m‡s de 3,000. No se puede negar el influjo que ha tenido este establecimiento en formar el gusto de la naci—n;... Son muchos los buenos edificios que en el d’a hay en MŽxico, y aun en las ciudades de provincia, como Guanajuato y QuerŽtaro. Son monumentos queÉ podr’an figurar muy bien en las me­jores calles de Par’s, Berl’n y Petersburgo. El se–or Tols‡, profesor de escultura en MŽxico, ha llegado a fundir all’ mismo una estatua ecuestre de Carlos IV. Y es obra que, exceptuando el Marco Aurelio de Roma, excede en primor y pureza de estilo cuanto nos ha quedado de este gŽnero en EuropaÓ, de un tama–o colosal para destacar en el centro del Z—calo[48].

TambiŽn destaca el testimonio de Alexander von Humboldt sobre la acertada pol’tica de educaci—n ilustrada desarrollada en AmŽrica, en la que la formaci—n cl‡sica era un pilar fundamental. Su alabanza sobre el funcionamiento de la Academia de San Carlos es especialmente v‡lida por venir de un esp’ritu ilustrado rusoniano, en apariencia tan contrario a la tradici—n espa–ola, que, adem‡s, era hermano de Wilhelm, el gran reformador de la ense–aza alemana[49]: ŇLa ense–anza que se da en la Academia es gratuita, y no se limita al dibujo del paisaje y figuraÉ, la Academia trabaja con fruto en propagar entre los artistas el gusto de la elegancia y belleza de las formas. Todas las noches se reśnen en grandes salas, muy bien iluminadas con l‡mparas de Argand, centenares de j—venes, de los cuales unos dibujan al yeso o al natural, mientras otros copian dise–os de muebles, candelabros u otros adornos de bronce. En esta reuni—n (cosa bien notable en un pa’s en que tan inveteradas son las preocupaciones de la nobleza contra las castas) se hallan confundidas las clases, los colores y razas; all’ se ve el indio o mestizo al lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en concurrencia con los de los principales se–ores del pa’s. Consuela, ciertamente, observar que bajo todas las zonas el cultivo de las ciencias y artes establece una cierta igualdad entre los hombres y les hace olvidar, a lo menos por algśn tiempo, esas miserables pasiones que tantas trabas ponen a la felicidad socialÓ[50].

Esta visi—n de Humboldt permite comprender c—mo en el siglo XVIII la Corona de Espa–a desarroll— una pol’tica ilustrada que no era fruto de la voluntad de un monarca ni de la dinast’a de los Borbones, sino que constitu’a una pol’tica de estado de gran alcance, dirigida al desarrollo econ—mico y social, cuyo interŽs por la Antigźedad y la Historia eran consecuencia de una ideolog’a que pretend’a equiparar la Corona de Espa–a al Imperio Romano como imperio universal, garante de la paz y la cultura[51]. Alexander von Humboldt no lleg— a apreciar esta pol’tica ni su profundo significado, aunque s’ sus resultados, pues hab’a contribuido de forma decisiva a impulsar el desarrollo econ—mico y la aparici—n del Neoclasicismo, poco antes de que Espa–a, con la Invasi—n Napole—nica, perdiera definitivamente el puesto de potencia cultural que hasta entonces hab’a mantenido.

Alejandro dedic— su Ensayo pol’tico Ňa la Majestad Cat—lica Carlos IV, Rey de Espa–a y de las IndiasÓ y se abstuvo de criticar en MŽxico la pol’tica social de castas. S—lo al final del libro, ya escrito en Alemania, ofrece su cr’tica visi—n de la sociedad criolla: Ňel bienestar de los blancos est‡ ’ntimamente enlazado con el de la raza bronceada, y que no puede existir felicidad duradera en ambas AmŽricas hasta que esta raza, humillada pero no envilecida en medio de su larga opresi—n, llegue a participar de todos los beneficios que son consiguientes a los progresos de la civilizaci—n y de las mejoras del orden socialÓ[52].

En su viaje por Espa–a y AmŽrica Alexander mantuvo contactos con numerosas personalidades, desde pol’ticos y estadistas a banqueros, cient’ficos e historiadores, a alguno de los cuales critica con raz—n, como la dilapidada fortuna del conde de la Valenciana, ŇÉhombre extraordinario, que hab’a llegado a AmŽrica sin fortuna ninguna, y que siempre vivi— con grande moderaci—n, no dej— a su muerte, fuera de su mina que es la m‡s rica del mundo, sino unos dos millones de pesos fuertes entre fincas y capitalesÓ.

Humboldt emple— su herencia en publicar su obra y en pagar a dibujantes y grabadores de las l‡minas de plantas y animales, c—dices, mapas y monumentos arqueol—gicos que ilustran sus libros. Su estudio sobre las altas culturas americanas refleja cierto difusionismo, al suponerlas llegas de Asia, asociado a un cierto evolucionismo, pues se–ala convergencias entre diferentes pueblos no explicables por la difusi—n cultural. Como rom‡ntico, asocia a su car‡cter cient’fico el placer de saber gozar de la Naturaleza y, al analizar la sociedad, su postura es clasicocŽntrica, a pesar de defender el car‡cter de civilizaciones avanzadas para algunas culturas prehisp‡nicas, lo que contrasta con la visi—n de los anticuarios novohispanos, que valoraban mejor los restos prehisp‡nicos, que pensaban integrar en la Academia. En su Ensayo pol’tico sobre Nueva Espa–a Humboldt recoge la idea de que Ňser’a una cosa muy curiosa colocar (en la Academia de San Carlos) estos monumentosÉ de un pueblo semib‡rbaro habitante de los Andes mexicanos, al lado de las bellas formas nacidas bajo el cielo de Grecia y de ItaliaÓ[53]. Adem‡s, su apertura de esp’ritu y el conocimiento directo de las fuentes y de la bibliograf’a espa–ola supuso una profunda revisi—n cultural e hist—rica de la obra de Espa–a en AmŽrica en la Europa de su Žpoca, en la que defendi— figuras como la de Col—n como navegante y explorador, cuando la historiograf’a de la ŇIlustraci—nÓ, influida por la Leyenda Negra, lo denigraba.

Su trabajo abri— un nuevo mŽtodo cient’fico comparativo en el an‡lisis de las culturas americanas al comparar las civilizaciones del viejo y del nuevo mundo bas‡ndose en un Ňempirismo razonadoÓ[54]. Su mŽtodo cient’fico pretend’a integrar los hechos en una s’ntesis te—rica objetiva, utilizando instrumentos cient’ficos y c‡lculos matem‡ticos, sistema tomado de las ciencias naturales que aplic— al estudio de las culturas. Su esp’ritu cient’fico apoyado en la raz—n buscaba las leyes de la naturaleza y de la sociedad, con la creencia de que ciencia, Žtica y estŽtica forman un todo. Por ello, Humboldt fue un humanista ilustrado con profundo sentido de servicio a la sociedad humana, cuya ideolog’a democr‡tica, pr—xima al romanticismo inicial, interculturalidad e interdisciplinaridad representan la Humboldtian science, a lo que a–ad’a su capacidad de difusi—n de sus conocimientos por todo el mundo, gracias a sus publicaciones y cartas, que suponen un enorme esfuerzo personal, pero hacen que su persona sea tan moderna.

En resumen, Alexander von Humboldt, tras su el viaje a la AmŽrica hispana, ofreci— a la ciencia europea una gran s’ntesis sobre el Nuevo Mundo, que representa el nacimiento del conocimiento enciclopŽdico moderno de la tierra y el hombre asociado al impulso dado a campos especializados, como Geograf’a, Geolog’a, Bot‡nica, Antropolog’a e Historia.

A los pocos meses de pasar por Espa–a Alexander vino su hermano Wilhelm, cuyas relaciones con la cultura espa–ola no son menos interesantes y profundas[55], pues, como lingźista[56], se sinti— atra’do por la lengua vasca, su gente y su cultura[57]. El vasco despert— su inclinaci—n a estudiar la lengua como alma de los pueblos y le sirvi— para fundamentar sus estudios lingź’sticos iniciales, aunque tambiŽn difundi— por toda Europa la err—nea tesis del vasco-iberismo, idea procedente de su creencia de que el euskera es la lengua m‡s antigua de Europa.

La personalidad de Wilhelm von Humboldt es bien conocida[58], lo mismo que su obra[59], su interŽs por la teor’a pol’tica, su eficaz paso por la diplomacia y sobre todo, por su reforma de la educaci—n y como promotor y fundador en 1809 de la Berliner UniversitŠt, hoy denominada Humboldt UniversitŠt en su honor[60].

Wilhelm orient— sus estudios human’sticos hacia la lingź’stica como ciencia positiva, pues consideraba que las lenguas permiten conocer el pensamiento humano[61], visi—n dirigida al conocimiento filos—fico absoluto del hombre,[] basado en el ideal griego. Dominaba desde joven el lat’n, griego y francŽs, que hablaba con fluidez, y aprendi— inglŽs, espa–ol, vasco, que tanto le atrajo inicialmente, hśngaro, checo y lituano y estudi— s‡nscrito, copto, egipcio, chino, japonŽs, austronesio[62] y lenguas ind’genas de AmŽrica[63], gracias a la informaci—n proporcionada por su hermano Alexander y por sus contactos en Roma con el ex-jesuita espa–ol Herv‡s y Panduro[64]. Desde muy joven sinti— autŽntica vocaci—n por las lenguas y, al abandonar la actividad pśblica a los 51 a–os, en su Palacio de Tegel se dedic— a pensar y estudiar atra’do en especial por la filosof’a lingź’stica.

 []Como es bien sabido, Wilhelm von Humboldt inici— sus estudios de Derecho en la Universidad de Frankfurt am Oder, pero en 1788 pas— a estudiar Filosof’a, Historia y lenguas antiguas en Gšttingen, donde conoci— a Friedrich Schiller y Johann Wolfgang von Goethe, con quienes mantuvo una profunda y mutua relaci—n. En 1789 viaj— a Par’s y visit— la Asamblea Nacional, pues sent’a simpat’a hacia las ideas revolucionarias y republicanas, como su hermano Alexander.

Al acabar sus estudios, entr— en el servicio diplom‡tico y se cas— con Caroline von Dacheršden en 1791. Pas— a vivir en Par’s en 1799 y desde all’, con su mujer, sus tres hijos y su amigo el pintor Gropius realiza un primer viaje por Espa–a de septiembre de 1799 a abril de 1800, probablemente como sustituci—n del Bildungreise hacia Italia, que era la meta de la Ilustraci—n alemana, pues las campa–as napole—nicas lo imped’an. Adem‡s, la Universidad de Gšttingen se interesaba por la literatura y la cultura espa–olas, lo que pudo impulsarle, quiz‡s animado por el propio Goethe y el C’rculo de Weimar, a viajar a Espa–a[65]. Como le coment— Hergen en Madrid, ŇEspa–a es muy desconocida, y en el extranjero se tiene falsas ideas respecto a ellaÓ[66].

Tras atravesar la frontera por Irśn y visitar el Pa’s Vasco, que le caus— profunda impresi—n, pas— por Burgos, Valladolid y Segovia y lleg— a Madrid, donde permaneci— casi dos meses y donde se dedic— m‡s a entrevistarse con gente a la que hab’a sido recomendado que a ver monumentos, pues ni siquiera cita el Palacio Real, pero s’ El Escorial y La Granja y Aranjuez. Visit— despuŽs las ciudades m‡s importantes de Andaluc’a, continu— por Murcia y Alicante rumbo a Valencia y lleg— a Barcelona, para regresar por Perpi–‡n a Par’s, adonde lleg— en abril de 1800, recorrido que relata en su Diario de Viaje a Espa–a (1799-1800)[67].

De vuelta a Par’s, estudi— cuantas descripciones y gram‡ticas encontr— sobre lengua vasca y, de abril a junio de 1801, a los 33 a–os, viaj— de nuevo al Pa’s Vasco acompa–ado por un comerciante alem‡n amigo suyo, Georg Wilhelm Bockelmann, que iba de negocios a C‡diz. En esta estancia, para estudiar la lengua y la cultura vascas, consult— todas las obras que llegaron a sus manos sobre los vascos, adquiri— libros, copi— manuscritos y entr— en contacto con los principales eruditos locales que estudiaban el vasco, en especial con Juan Antonio Moguel y Pedro de Astarloa[68], a los que cita en sus Berichtigungen. Pero tambiŽn se interes— por Juan Sebasti‡n Elcano y su primer viaje de circunvalaci—n del mundo, por la epopeya de los balleneros vascos en Terranova, la organizaci—n pol’tica y econ—mica del Pa’s Vasco, sus minas de hierro, bailes, hospitales y orfanatos. Ya en Roma, en 1805, hizo un relato de su viaje, inŽdito hasta 1920[69], que deb’a convertirse en una monograf’a sobre los vascos, con una gram‡tica, un diccionario y un tratado sobre el origen de la lengua y de la naci—n vasca[70].

Wilhelm adopt— la idea de la antigźedad de la lengua vasca, que procede de las historias eruditas creadas por los humanistas espa–oles del Renacimiento, que adaptaban la Biblia a las fuentes cl‡sicas para resaltar la antigźedad e importancia de la patria. Juan de Mariana (1536-1623) ya recoge que ŇTśbal, hijo de Jafet (y nieto de NoŽ), fue el primer hombre que vino a Espa–aÓ[71], supercher’a creada por el dominico italiano ÔAnnio de ViterboŐ en 1498[72], quien, para alagar a los Reyes Cat—licos, invent— una genealog’a m’tica de los reyes de Espa–a que remontaba hasta Tśbal, nieto de NoŽ, que tuvo gran Žxito hasta la cr’tica ilustrada del siglo XVIII, impulsada desde la Real Academia de la Historia[73].

Esta supercher’a fue recogida por los primeros historiadores del Pa’s Vasco, que resaltaban sus or’genes para defender sus fueros y privilegios, como Juan Mart’nez de Zaldibia ( 1578)[74] y Esteban de Garibay (1571)[75], para quienes la lengua vasca era la lengua m‡s antigua existente, pues era una de las 72 surgidas en la confusi—n de lenguas en la Torre de Babel, que fue tra’da por Tśbal al poblar Iberia despuŽs del diluvio. Antonio de Poza en 1587 pretendi— demostrar con la toponimia que esa lengua tra’da por Tśbal se habr’a hablado por toda la Pen’nsula IbŽrica antes de los romanos, lo que dio inicio al vasco-iberismo[76], pues, segśn esa tesis, la lengua ibŽrica tra’da por Tśbal y la lengua vasca eran la misma. En efecto, Larramendi, Astarloa, Erro y otros estudiosos iniciales de la lengua vasca[77] defend’an la existencia de top—nimos vascos por toda Espa–a que probaban que el vasco era la antigua lengua comśn de sus habitantes y con el vasco le’an e interpretaban las inscripciones prerromanas, verdaderas o falsas, incluso antes del desciframiento de la escritura ibŽrica a inicios del siglo XX, pues, segśn Astarloa, en vasco cada s’laba y letra ten’an sentido propio, creencia que utilizaban para traducir cualquier inscripci—n o top—nimo sin mŽtodo alguno[78], como todav’a hacen algunos aficionados. Esta visi—n de que el vasco era la lengua m‡s primitiva del mundo es un ejemplo de ŇgoropianismoÓ, tŽrmino tomado del humanista holandŽs Goropius Becanus, quien en 1572 consider— que todas las lenguas descend’an del HolandŽs[79], visi—n  semejante a la del irlandŽs James Parson en el siglo XVIII, que consideraba que todas las lenguas descend’an del IrlandŽs[80].

La misma postura ideol—gica mantuvo en el siglo XVIII el jesuita Manuel de Larramendi, considerado el primer estudioso de la lengua vasca, en su obra De la antigźedad y universalidad del Bascuence en Espa–a (1728), y en el Prefacio de su Diccionario trilingźe castellano, bascuence y lat’n (1745)[81]. TambiŽn posturas vasco-iberistas manten’an Pedro Pablo de Astarloa (1752-1806), que public— en 1804 sus Reflexiones filos—ficas en defensa de la lengua vascongada o J. B. Erro, cuya obra Alfabeto de la lengua primitiva de Espa–a (1806) se tradujo al FrancŽs e InglŽs, lo que evidencia el interŽs suscitado, aunque defend’a que el vasco era la lengua m‡s antigua del universo por ser la originaria del Para’so e incluso lleg— a escribir que el origen del alfabeto griego estaba en Euskadi[82]. Y, aunque con m‡s rigor y conocimientos, las mismas ideas defend’a el pol’glota Herv‡s y Panduro en su Cat‡logo de las lenguas de las naciones conocidas (1804), con quien tuvo estrecho contacto Humboldt durante su estancia en Roma[83].

Los eruditos vascos despreciaron las cr’ticas del vasco-iberismo de los historiadores ilustrados, como Gregorio Mayans y el P. Fl—rez, o las de miembros de la Real Academia de la Historia, como J. Tragia y JosŽ Antonio Conde. Mayans, una de las mentes m‡s preclaras de la Ilustraci—n espa–ola, al que el propio Larramendi considera como autoridad, pero a quien no lleg— a conocer Wilhelm von Humboldt, ironiz— sobre una inscripci—n vasca en un alfabeto desconocido publicada por Larramendi, y JosŽ Antonio Conde, Anticuario de la Real Academia de la Historia, que sab’a lat’n, griego, hebreo, ‡rabe, persa y turco, en su Censura cr’tica de la pretendida excelencia y antigźedad del vascuence, publicada en 1804, ironizaba sobre los que, sin conocimientos lingź’sticos, afirmaban que la lengua vasca era la m‡s antigua del mundo[84].

Este era el ambiente intelectual del Pa’s Vasco que conoci— Wilhelm von Humboldt. Sin embargo, a pesar de su profunda formaci—n, quiz‡s influido por sus ideas rom‡nticas y fascinado por la lengua vasca, que consider— una de las m‡s perfectas por su estructura y fuerza expresiva[85], desconoci— las cr’ticas de los ilustrados espa–oles, con los que no parece haber tenido interŽs en entrar en contacto ni cita sus obras, ignor— la polŽmica y adopt— las tesis goropianistas del vasco-iberismo de los eruditos vascos[86], aunque abandon— el ŇtubalismoÓ pues busc— apoyarse en el car‡cter primitivo de la lengua vasca.

Sus ideas se plasmaron b‡sicamente en dos obras. Entre 1807 y 1811 redact— su primer trabajo sobre la lengua vasca, las Berichtigungen und ZusŠtze zum ersten Abschnitt des zweiten Bandes des Mithridates źber die cantabrische oder baskische SpracheÓ[87]. Estas Ňcorrecciones y adicionesÓ, editadas en 1817, mejoraban la descripci—n del vascuence en el Mithridates, gran enciclopedia lingź’stica fundada por J. Chr. Adelung, y ofrec’an un breve diccionario y un primer esbozo de gram‡tica.

En 1821 publica Prźfung der Untersuchungen źber die Urbewohner Hispaniens vermittelst der Vaskischen Sprache (ŇExamen del estudio sobre los primitivos habitantes de Hispania a travŽs de la lengua vascaÓ)[88]. Este estudio fundamental, que consta de 50 apartados, representa uno de los primeros ensayos en lingź’stica hist—rica a partir del an‡lisis de la lengua vasca y ofrece la primera reconstrucci—n cient’fica de los pueblos prerromanos de la Pen’nsula IbŽrica por medio de su historia lingź’stica. Sin embargo, en esta obra Humboldt adopt— el vasco-iberismo de los eruditos vascos, pues defiende que "el euskera es la lengua m‡s antigua de Europa" y que Ňlos antiguos iberos eran vascos que hablaban el idioma actual o uno an‡logo y que habitaban todas las regiones de Espa–aÓ antes de las invasiones de celtas y romanos, de acuerdo con las interpretaciones ŇinvasionistasÓ de la Žpoca, tesis que crey— confirmar con los top—nimos de monta–as, r’os, valles y con los apellidos o gentilicios familiares. 

Su auctoritas difundi— el ŇvascoiberismoÓ como axioma cient’fico por toda Europa, lo que ha repercutido negativamente al retrasar m‡s de un siglo el avance de estos estudios y al mantener que en la Hispania prerromana s—lo se hablaba la lengua ibŽrica, de la que proced’a el vasco, lengua que se deb’a utilizar para leer las inscripciones prerromanas. Este vasco-iberismo de Humboldt puede explicar el escaso eco que su obra tuvo en Espa–a desde el siglo XIX[89], ya que en nuestro pa’s exist’an mentes cr’ticas que no aceptaban el vasco-iberismo, excepto en el Pa’s Vasco, donde se cultivaba por coincidir con su ideolog’a. En esta l’nea, frente a la tradici—n erudita de la ilustraci—n espa–ola, que ya hab’a valorado la epigraf’a celtibŽrica, como el MarquŽs de Valdeflores en el siglo XVIII[90] y como demostr— Fidel Fita a fines del XIX[91], los estudiosos alemanes del siglo XIX siguieron a Humboldt, como Emil Hźbner (1834-1901)[92], que apenas valora la lengua y epigraf’a celta, y el lingźista Hugo Schuchardt[93], que acept— sin discusi—n que el vasco era la clave para interpretar las inscripciones ibŽricas.

Al descifrar Manuel G—mez Moreno la escritura ibŽrica en 1922[94], se confirm— que en la Pen’nsula IbŽrica exist’an numerosos top—nimos y antrop—nimos celtas, con la consiguiente valoraci—n de la importancia de la lengua celta en la Hispania prerromana, lo que condujo al rechazo definitivo del vasco-iberismo en los estudios lingź’sticos posteriores[95].

Pero las teor’as vasco-iberistas tambiŽn pasaron a la Prehistoria del Pa’s Vasco, influida por el ideario nacionalista[96], segśn el cual los vascos ser’an f—siles de una raza prearia que habitaba en el Pa’s Vasco desde el Paleol’tico, idea que se generaliz— en la sociedad[97] y que se ha mantenido hasta los primeros estudios de PaleogenŽtica basadas en el ADN[98], aunque las investigaciones posteriores han obligado a rechazar dicha teor’a[99]. Adem‡s, como ya observ— Wilhelm von Humboldt y comprobaron en el siglo XIX F. Fita, H. dŐArbois de Joubainville y J. Costa[100], todo el centro, el occidente y el norte de Hispania estuvieron habitadas por celtas, incluido el propio Pa’s Vasco, ya que las ‡reas originarias de la lengua vasca se reducen a las ‡reas pirenaicas y a la Aquitania, como confirma la onom‡stica y la toponimia[101].

A pesar de propugnar la tesis vasco-iberista, Humboldt metodol—gicamente fue un gran innovador en sus an‡lisis lingź’sticos de la Pen’nsula IbŽrica en la Antigźedad, pues fue el primero que reconoci— la complejidad lingź’stica de la Hispania prerromana. Al estudiar los prefijos y sufijos, rechaz— que los top—nimos en -briga fueran vascos, como se hab’a creido hasta entonces, pues los relacion— acertadamente con los celtas de las fuentes escritas, aunque esta tesis s—lo fue aceptada de forma definitiva un siglo despuŽs, al publicar d'Arbois de Jouvainville Les celtes en Espagne en 1893[102]. De este modo, identific— en Hispania dos ‡reas lingź’sticas, una ibŽrica y otra celta, aunque Žsta la atribuy— a una invasi—n posterior. Humboldt se–ala c—mo Ňse puede trazar una l’nea ... que empieza en la costa Norte del OcŽano en el l’mite de los autrigones, que quedan a poniente, baja hacia el Sur... hasta alcanzar la frontera primero de los celt’beros, luego de los oretanos y por śltimo el Baetis hasta el marÓ y a–ad’a Ňla divisi—n de toda la Pen’nsula en dos partes conexionadas de tal manera que se separan en parte por r’os, el Iberus y el Baetis y en parte por la cadena de monta–as de la Idubeda (el Sistema IbŽrico), es tan chocante, que se ha de admirar que nadie hasta hoy haya prestado atenci—n a elloÓ[103]. Al reconocer de esta modo dos ‡reas lingź’sticas en la Hispania prerromana, se adelant— 150 a–os al mapa de top—nimos en -briga publicado por Jźrgen Untermann en 1961, que separa la Hispania celta de la ibŽrica con la llamada Ňl’nea UntermannÓ, ŇqueÉ va desde la desembocadura del Guadiana por Sierra Morena y por la Mancha hasta... Segorbe, junto al Mediterr‡neo, gira despuŽs por Arag—n y, atravesando el curso superior del Ebro, alcanza la costa cant‡bricaÓ[104].

Humboldt tambiŽn llam— la atenci—n sobre la necesidad de estudiar los ep’grafes como documento esencial para los estudios lingź’sticos, pues intu’a que estar’an escritos en lenguas diferentes, como vasco, pśnico y celta[105]. La necesidad de estudiar las lenguas prerromanas a travŽs de los ep’grafes le llevar’a a decir: ŇSi algśn d’a este estudio ha de conducir a resultados seguros, debe empezar por rebuscar de nuevo los monumentos, en su mayor parte monedas, en las colecciones,...; ordenar luego las inscripciones segśn las localidades, y establecer una lista exacta y completa de las letras y signos, que en ellas se presentan. S—lo despuŽs de esto puede fijarse un alfabeto completoÓ[106]. Estos trabajos, realizados a lo largo del siglo XIX[107], son los que permitieron a G—mez Moreno descifrar la escritura ibŽrica en 1922.

En resumen, los estudios de Wilhelm von Humboldt sobre la lengua vasca representan una aportaci—n fundamental en su Žpoca, por su calidad y metodolog’a, pero su famosa tesis del vascoiberismo ha tenido m‡s resonancia que acierto, hasta que en el siglo XX los avances en Arqueolog’a[108], Lingź’stica[109] y PaleogenŽtica[110] han rechazado este mito cient’fico de origen goropianista[111].

Los contactos de Wilhelm von Humboldt con Espa–a y con su cultura y sus gentes no se limitaron a la lingź’stica. Wilhelm vino como un erudito, pero, a la vez, era un viajero rom‡ntico, posturas que determinaron sus impresiones sobre nuestro pa’s. Como gu’as de viaje usaba a R. Twiss[112] y a Plźer[113] y para conocer la historia y los monumentos, La Espa–a Sagrada del P. Fl—rez y el Viaje de Espa–a de Antonio Ponz[114]. Resultan interesantes sus contactos con diversos personajes que cita en su Diario, en su mayor’a logrados a travŽs de amigos comunes de la alta sociedad, como Bethencourt, Vicente Blasco, Antonio de Capmany, Secretario de la Real Academia de la Historia al que considera un hombre envejecido Ňque no me pareci— muy importanteÓ, Cavanilles, Cienfuegos, Clavijo, el MarquŽs de la Colonilla, Iriarte, el MarquŽs de Iranda, J‡uregui, Jovellanos, Morat’n, Lugo, Proust, Quintana, Urquijo, Vargas Ponce, etc.[115], adem‡s de diplom‡ticos extranjeros y muchos de los alemanes residentes en Espa–a.

En su viaje prestaba exagerada atenci—n a la fisionom’a de la gente, que por lo general encuentra ruda, ya que se sent’a en un pa’s extra–o, casi ex—tico, postura m‡s propia de un viajero rom‡ntico que de un etn—logo, pero se interesa por todos los aspectos de la vida y la cultura espa–olas: gente, clero, militares, bandoleros, fiestas, finanzas, la ense–anza y la universidad, cuya crisis recoge, la Inquisici—n, etc., hasta los diversos cultivos y la cr’a de caballos y mulos o la colombofilia, y tambiŽn hace referencia a la miseria existente, fruto del mal gobierno que toleraba y viv’a de la corrupci—n, pues se–ala c—mo todos los funcionarios aceptaban regalos.

En especial, se interesaba por las colecciones de arte y las bibliotecas, como la Biblioteca Real y las de los duques de Osuna, de Alba y del Infantado, pero su valoraci—n de monumentos tan espa–oles como la Catedral de Toledo o la Mezquita de C—rdoba es subjetiva y pobre e incluso superficial, pues no entendi— el estilo de los monumentos espa–oles, a los que atribuye cierto maurische Geschmack[116]. Alguno, como el teatro de Sagunto, lo visit— con m‡s interŽs, seguramente por ser un edificio cl‡sico y por ir acompa–ado de Enrique Palos y Navarro, de quien indica que Ňha salvado esas ruinas romanas y, sobre todo, el teatro. En 1875 ha sido Žl, a la saz—n regidor, el que propici— que se restaurase y se hayan dado representaciones teatralesÉ poniendo mucho dinero de su bolsilloÓ[117]. Al monumento dedica unos p‡rrafos de su Viaje por Espa–a y lo analiz— con m‡s detalle en 1804[118], para lo que utiliz— la Ep’stola del De‡n Mart’[119] y la Disertaci—n de Palos[120], con cr’ticas a ambos, como tambiŽn a los que siguen ciegamente a Vitrubio, pero Žl consider— el teatro saguntino err—neamente de origen griego y tampoco ofrece ilustraciones ni medidas, que public— Ortiz y Sanz poco despuŽs[121].

En general, su Diario de Viaje desprende una imagen de Espa–a bastante negativa. No le gust— Castilla, ni la gastronom’a ni el folclore, refiere la miseria y corrupci—n existentes y llama la atenci—n sobre la animosidad entre vascos contra castellanos, de estos contra los andaluces, etc. Sin embargo, esas impresiones negativas se fueron suavizando y tambiŽn supo apreciar aspectos positivos, como el vivo sentimiento de la religiosidad popular y la vitalidad y autenticidad de las fiestas, como las corridas de toros. Por ello, causa cierta perplejidad cuando, al acabar su viaje, expresa: ŇMiro atr‡s hacia Espa–a con un sentimiento especial. Es un pa’s maravilloso cuyos habitantes siempre amarŽÓ [122].



[1] M. A. Puig-Samper, 2012, ŇHumboldt, Alexander vonÓ, Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXVI, pp. 491-498, con bibliograf’a actualizada. Sobre su viaje por Espa–a, Id., 1999, ŇHumboldt, un prusiano en la Corte del rey Carlos IVÓ, Revista de Indias, Madrid, LIX, nśm. 216, 329-355; Id., 2007, ŇAlejandro de Humboldt y Espa–a: La preparaci—n de su viaje americano y sus v’nculos con la ciencia espa–olaÓ, Humboldt im Netz, Berlin y Potsdam, VIII, 15; M. A. Puig-Samper y S. Rebok, Sentir y medir. Alexander von Humboldt en Espa–a, Madrid, 2007.

[2] C. Minguet, 1985, Alejandro de Humboldt: Historiador y ge—grafo de la AmŽrica espa–ola (1799-1804), MŽxico, I, p. 110.

[3] Th. Gages, A New Survey of the West Indies, London, 1648; G. F. Gemelli Carreri, Giro del mondo del dottore D. Gio. Francesco Gemelli Carreri, Napoli, 1699-1700.

[4] A. Matilla Tasc—n, 1987, Historia de las minas de AlmadŽn, II, Madrid, pp. 270-282 y 140-148; M. A. Puig Semper y S. Rebok, 2007: Sentir y medir. Alexander von Humboldt en Espa–a, Aranjuez, pp. 92-95. Para los hermanos Heuland, vŽase Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXVI, 2011, pp. 205-208; para Herrgen, id., pp. 194-196.

[5] El Archivo Hist—rico Nacional conserva una interesante Noticia sobre la vida literaria de Mr. de Humbold [sic], comunicada por Žl mismo al Bar—n de Forell, que debe ser una biograf’a personal redactada en 1799 para Mariano Luis de Urquijo, dentro de sus gestiones para viajar a AmŽrica; cf. K. Bruhns, 1969 (1872), Alexander von Humboldt. Eine wissenschaftliche Biographie, Osnabrźck, I, 272; A. Mel—n y Ruiz de Gordejuela, 1960, Alejandro de Humboldt. Vida y Obra, Madrid, 1960, pp. 48-49; Minguet, 1985, op. cit. n. 2, I, p. 66.

[6] A. von Humboldt, 1845-1862, Kosmos, Stuttgart y Tźbingen, 5 ts. Puede verse la reciente edici—n e introducci—n de S. Rebok, A. von Humboldt, 2011, Cosmos. Ensayo de una descripci—n f’sica del mundo, Madrid.

[7] A. de Beraza, Elogio de don Mariano Luis de Urquijo, Ministro Secretario de Estado de Espa–a, Par’s, 1820; A. Romero Pe–a, ed., Mariano Luis de Urquijo, Apuntes para la memoria sobre mi vida pol’tica, persecuciones y trabajos padecidos en ella, Logro–o, 2010; id., Reformar y gobernar. Una biograf’a pol’tica de Mariano Luis e Urquijo, Logro–o, 2013; Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XLVII, 2013, pp. 742-744.

[8] J. Maier, ŇLa Corona y la institucionalizaci—n de la arqueolog’a en Espa–aÓ en M. Almagro-Gorbea y J. Maier (eds.), De Pompeya al Nuevo Mundo: la Corona espa–ola y la Arqueolog’a en el siglo XVIII, Madrid, 2012, 332-360.

[9] Urquijo sigui— en contacto personal con Humboldt, pues en 1816 le escribi— interes‡ndose por sus trabajos..

[10] J. Miranda, Humboldt y MŽxico, MŽxico, 1995, p. 98; A. Melon, op. cit. n. 5, p.48.

[11] A. de Humboldt y A. Bonpland, 1991, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Caracas, 1, p. 54.

[12] VŽase Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, IV, 2010, pp. 704-744. A. Juli‡n, ŇDocumento. El marquŽs de Iranda, su importancia econ—mica, pol’tica y social, y sus redes familiares. Relaci—n con la colonia espa–ola de Santo Domingo. Propiedades rurales y urbanasÓ, Clio, 184, 1981, pp. 253-288.

[13] La mejor descripci—n de este viaje por AmŽrica acompa–ado de Bonpland se conserva en la American Philosophical Society de Filadelfia.

[14] M. N. Bourguet, 2003, ŇEl mundo visto desde lo alto del Teide: Alexander von Humboldt en TenerifeÓ, J. Montesinos, J. Ordo–ez y S. Toledo, eds., Ciencia y Romanticismo. La Orotava, 279-302.

[15] A. von Humboldt, Essai politique sur lŐile de Cuba, Par’s, 1826 (trad. Ensayo pol’tico sobre la isla de Cuba, Par’s, 1827 y Ensayo pol’tico sobre la Isla de Cuba, Aranjuez, 1998).

[16] A. von Humboldt, Essai sur la GŽographie des plantes, accompagnŽ dŐun tableau physique des rŽgions equinocciales, Paris, 1807.

[17] A. von Humboldt, Essai politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne, Par’s, 1808-1811 (trad. de V. Gonz‡lez Arnao, Ensayo pol’tico sobre el Reino de la Nueva Espa–a2, Par’s, 1827; Ensayo pol’tico sobre el reino de la Nueva Espa–a. MŽxico, 2002); id., Atlas gŽographique et physique du Royaume de la Nouvelle Espagne, Par’s, 1808-1812; id., Tablas geogr‡fico-pol’ticas del Reino de Nueva Espa–a que manifiestan su superficie, poblaci—n, agricultura, f‡bricas, comercio, minas, rentas y fuerza militar, MŽxico, 1822.

[18] A. von Humboldt, Vues des CordillŹres et Monuments des Peuples indigŹnes de lŐAmŽrique, Paris, 1810-1813 (trad. de B. Giner, Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos ind’genas de AmŽrica, Madrid, 1878 y edici—n con introducci—n de Miguel çngel Puig-Samper y Sandra Rebok, Vistas de las Cordilleras y monumentos de los pueblos ind’genas de AmŽrica, Madrid, 2010.

[19] A. von Humboldt, Examen critique de lŐhistoire de la GŽographie du Nouveau Continent et des progrŹs de l`astronomie nautique aux QuinziŹme et SeiziŹme siŹcles, Paris, 1836-1839.

[20] A. von Humboldt, 2011, op. cit., n. 4.

[21] Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXXVII, 2012, pp. 54-57.

[22] C. Manso, ŇLa colecci—n cartogr‡fica de AmŽrica de Alexander von Humboldt conservada en la Real Academia de la HistoriaÓ, Bolet’n de la Real Academia de la Historia, 205,3, 2008, pp. 537-589.

[23] A. von Humboldt, 1992, Crist—bal Col—n y el descubrimiento de AmŽrica, Caracas, p. 14.

[24] A. Gerbi, 1978, La naturaleza de las Indias Nuevas. De Crist—bal Col—n a Gonzalo Fern‡ndez de Oviedo. MŽxico.

[25] Destaca la influencia de JosŽ de Acosta; cf. S. Rebok, 2005, ŇAlejandro de Humboldt y el modelo interpretativo de JosŽ de AcostaÓ, en J. J. Salda–a, ed., Science and Cultural Diversity. Proceedings of the XXIst International Congress of History of Science, MŽxico, 2001 (publicado en CD); id., 2009, Una doble mirada. Alexander von Humboldt y Espa–a en el siglo XX, Madrid, pp. 97-109.

[26] Carta del 3.1.1810, Humboldt a Johann Wolfgang von Goethe.

[27] A. von Humboldt, 2010, op. cit. n. 18, p. 53.

[28] M. Almagro-Gorbea, 2012, ŇCarlos III y Pompeya en la Historia de la Arqueolog’aÓ, en M. Almagro-Gorbea, ed., Pompeya, cat‡strofe bajo el Vesubio, Madrid, pp. 342-351.

[29] M. Almagro-Gorbea y J. Maier, eds., 2013, De Pompeya al Nuevo Mundo. La Corona Espa–ola y la Arqueolog’a en el siglo XVIII (Antiquaria Hisp‡nica 23), Madrid.

[30] Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXIX, 2012, pp. 437-439.

[31] J. Alcina Franch, 1995, Arque—logos o Anticuarios. Historia antigua de la Arqueolog’a en la AmŽrica Espa–ola, Barcelona, pp. 125-131; J. Labastida, 1971, ŇLas aportaciones de Humboldt a la antropolog’a mexicanaÓ, Revista de la Universidad de MŽxico, pp. 9-15; id., 1995, en ŇIntroducci—nÓ de la edici—n de Vistas de las Cordilleras y monumentos de los pueblos ind’genas de AmŽrica de Alexander von Humboldt, MŽxico, pp. 19-71.

[32] J. A. Alzate y Ram’rez, Suplemento a la Gazeta de Literatura. Descripcion de las antiguedades de Xochicalco....Mexico, 1791.

[33] P. J. de M‡rquez, Sobre lo bello en general y dos monumentos de arquitectura mexicana. Taj’n y Xochicalco, MŽxico, 1972.

[34] A. Castro Leal, 1961, Alejandro de Humboldt y el arte prehisp‡nico, MŽxico.

[35] J. Labastida, op. cit. n. 31; H. von Kźgelgen, 2009, ŇKlassizismus und vergleichendes Sehen in den Vues des CordillŹresÓ, Humboldt im Netz, Berlin y Potsdam, X, 19.

[36] J. Arias de Greiff, 2001, ŇHumboldts Begegnung mit der Wissenschaft im spanischen Amerika: Transfer in zwei RichtungenÓ, en O. Ette, U. Hermanns, B. M. Scherer y Chr. Suckow, eds., Alexander von Humboldt. Aufbruch in die Moderne, Berlin, pp. 169-178.

[37] J. Arias de Greiff, op. cit. n. 36, pp. 46-47.

[38] Carta del 8 de noviembre de 1803 a Manuel Espinosa y Tello, hermano del Director del Dep—sito Hidrogr‡fico; cf. U. Moheit, ed., 1993: Humboldt. Briefe aus Amerika. 1799-1804, Berlin, p. 253..

[39] J. Arias de Greiff, 1985, ŇLa expedici—n FidalgoÓ, en J. L. Peset, ed., La ciencia moderna y el Nuevo Mundo. Madrid, pp. 251-261; M. Faak, ed., 1982, Lateinamerika am Vorabend der UnabhŠngigkeitsrevolution. Eine Anthologie von Impressionen und Urteilen aus den Reisetagebźchern, vol. 5, Berlin, p. 5.

[40] Sh. Ichikawa, ŇAlejandro de Humboldt y la Nueva Espa–aÓ, 2009 (en la red, 15.6.2014).

[41] A. von Humboldt, 2002, op, cit. n. 17, p. 79.

[42] A. von Humboldt, 2002, op, cit. n. 17, p. 80.

[43] B. Ribas, ed., Jose Celestino Mutis en el bicentenario de su fallecimiento (1808-2008), Madrid.

[44] L. de Azcona et al., eds., Biograf’as Mineras. 1492-1892, Madrid, pp. 151-186.

[45] C. Prieto et al., 1966, AndrŽs Manuel del R’o y su obra cient’fica. Segundo centenario de su natalicio, 1764-1964, MŽxico.

[46] J. Sesmero, 1987, Los G‡lvez de Macharaviaya, M‡laga; J. M. Villalpando, 2001, El Virrey, MŽxico; Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXI, 2012, pp. 263-266.

[47] A. von Humboldt,  1808-1812, op. cit. n. 17.

[48] Para Tols‡, Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XLVIII, 2013, pp. 17-19. Para ŇEl CaballitoÓ, M. Almagro-Gorbea, ŇMedalla de la estatua ecuestre de Carlos IV en MŽxico, conocida como ÔEl CaballitoŐÓ, Corona y Arqueolog’a en el Siglo de las Luces. Madrid, 2010, pp. 420-421

[49] Vid. infra.

[50] A. von Humboldt, 2002, op, cit. n. 17, p. 80.Es interesante comparar estas palabras con las de su hermano Wilhelm a Georg Forster en su viaje al Par’s revolucionario en 1789: ŇSe acerca la hora en que la gente apreciar‡ la val’a de un hombre, no por el rango que tenga o por su cuna o por la causalidad, ni por su poder o riqueza, sino s—lo por su virtud y sabidur’aÓ.

[51] M. Almagro-Gorbea y J. Maier, eds., De Pompeya al Nuevo Mundo, Madrid, 2013.

[52] A. de Humboldt, 1827, op, cit. n. 17, p. 566.

[53] A. von Humboldt, 2002, op, cit. n. 17.

[54] P. Kirchhoff, ŇLa aportaci—n de Humboldt al estudio de las antiguas civilizaciones americanas. Un modelo y un programaÓ, Ensayos sobre Humboldt, MŽxico, pp. 89-103; J. Labastida, 1995, op. cit. n. 31, p. 30.

[55] La principal obra de W. von Humboldt sobre Espa–a es: ŇAnkźndigung einer Schrift źber die vaskischen Sprache und Nation nebst Angabe des Gesichtspunktes und Inhalts derselbenÓ, Deutsches Museum, II, 1812, pp. 485s. (GS 3, pp. 288-299); Berichtungen und ZusŠtze zum ersten Abschnitte des zweyten Bandes des Adelungs Mithridates źber die Cantabrische oder Baskische Sprache, Berlin, 1817 (trad. de J. G‡rate, Correcciones y adiciones al Mithridates de Adelung sobre la lengua cant‡brica o vasca, San Sebasti‡n, 1933); Prźfung der Untersuchungen źber der Urbewohner Hispaniens vermittelst der Vaskischen Spracheü Berlin, 1821 (trad. de Ram—n Ortega y Fr’as, Los primitivos habitantes de Espa–a. Investigaciones con el auxilio de la lengua vasca, Madrid, 1879; trad. de Telesforo de Aranzadi, Examen de las investigaciones sobre los abor’genes de Espa–a mediante la lengua vasca, San Sebasti‡n, 1935; trad. F. Echebarr’a, Primitivos pobladores de Espa–a y lengua vasca, Madrid, 1959; trad. de L. Rivero, Investigaciones sobre los primitivos habitantes de Espa–a con ayuda de la Lengua Vasca, Madrid, 1990). VŽase tambiŽn Cuatro ensayos sobre Espa–a y AmŽrica (trad. M. de Unamuno y J. G‡rate) (Vasc—nica, La traves’a vasca, El teatro de Sagunto, El Montserrat), Madrid, 1951; ŇLos Vascos. Aportaciones sobre un viaje por el Pa’s Vasco, en Primavera de 1801Ó (trad. T. de Aranzadi), ŇBocetos de viaje a travŽs del pa’s vascoÓ, Euskal Herria, 1889, XX, p‡gs. 424, 456, 496, 521 y 567 (trad. de Miguel de Unamuno); Reisetagebuch (trad. de J. G‡rate, El viaje espa–ol de Guillermo de Humboldt (1799-1800), Buenos Aires, 1946; M. A. Vega, Diario de viaje a Espa–a 1799-1800, Madrid, 1998); ŇDer Montserrat bei BarcelonaÓ, Allgemeine geographische Ephemeriden, XI, 1803, pp. 265-313; †ber das antike Theater in Sagunt, GS 3, 1904, pp. 60-113; etc.

[56] A. Morpurgo Davies, 1994, Ninteenth Century Linguistics, London, pp. 108-110.

[57] A. Farinelli, 1924, Guillaume de Humboldt et l«Espagne, avec une esquisse sur Goethe et l«Espagne, Torino; J. G‡rate, 1933, G. de Humboldt. Estudio de sus trabajos sobre Vasconia, Bilbao; L. Michelena, 1976, ŇGuillaume de Humboldt et la langue basqueÓ, en L. Heilmann, ed., Wilhelm von Humboldt nella cultura contemporanea, Bologna, pp. 113-131; A. Tovar, 1980, Mitolog’a e ideolog’a sobre la lengua vasca. Historia de los estudios sobre ella, Madrid, pp. 150–158.

[58] Sobre su persona y obra, E. Spranger, 1909, Wilhelm von Humboldt und die HumanitŠtsidee, Berlin; K. Grube, 1935, Wilhelm von Humboldts Bildungsphilosophie. Versuch einer Interpretation, Halle; E. Kessel, 1967, Wilhelm von Humboldt. Idee und Wirklichkeit. Stuttgart; P. Berglar, 1970, Wilhelm von Humboldt, Reinbek; W. Richter, 1971, Der Wandel des Bildungsgedankens. Die Brźder von Humboldt, das Zeitalter del Bildung und die Gegenwart, Berl’n; T. Borsche, 1990, Wilhelm von Humboldt, Mźnchen; etc..

[59] Para la obra completa, W. von Humboldt, Gesammelte Schriften, Berlin 1903-1936, 17 vols. (reed. 1968; citado como GS, con el volumen en nśmeros romanos y la p‡gina, en ‡rabes); id., Werke in fźnf BŠnden, Darmstadt 2002 (citado como WfB). Su correspondencia, en R. von Freese, ed., Wilhelm von Humboldt, Sein Leben und Wirken dargestellt in Briefen, Tagebźchern und Dokumenten seiner Zeit, 1953.

[60] H. Deiters, 1960, ŇWilhelm von Humboldt als Grźnder der UniversitŠt BerlinÓ, Forschen und Wirken. Festschrift zur 150-Jahrfeier der Humboldt UniversitŠt zu Berlin, I, Berl’n; W. Richter, 1971, Der Wandel des Bildungsgedankens. Die Brźder von Humboldt, das Zeitalter del Bildung und die Gegenwart, Berl’n; C. Menze, 1975, Die Bildungsreform Wilhelm von Humboldts, Hannover; M. R. Mart’ Marco, 2012, Wilhelm von Humboldt y la creaci—n del sistema universitario moderno, Madrid.

[61] W. Von Humboldt, †ber das vergleichende Sprachstudium in Beziehung auf die verschiedenen Epochen der Sprachentwicklung, 1820; Id., †ber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaus und seinen Einfluss auf die geistige Entwicklung des Menschengeschlechts, 1836 (Paderborn, 1998).

[62] W. von, Humboldt, 1928, †ber die Sprache der Sźdseeinseln; Id., 1836-1840, †ber die Kawisprache auf der Insel Java; etc.

[63] W. von Humboldt, 1836, †ber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaus und seinen Einfluss auf die geistige Entwicklung des Menschengeschlechts, cap. I, en op. cit. n. anterior, 1836-1840 (trad. Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, Barcelona, 1990).

[64] M. Batllori, 1959, ŇEl archivo lingź’stico de Herv‡s en Roma y su reflejo en Wilhelm von HumboldtÓ, Archivum Historicum Societatis Iesu, 20, 1959, p‡gs. 59-116.

[65] Sobre las relaciones de Wilhelm von Humboldt con Espa–a, A. Farinelli, 1924, op. cit. n. 57; O. Quelle, ŇWilhelm von Humboldt und seine Beziehungen zur spanischer KulturÓ, Ibero-Amerikanisches Archiv, 8, 1935, pp. 339-349; Th. Heinermann,ŇGuillermo de Humboldt en Espa–aÓ, Bolet’n Bibliogr‡fico del Instituto Alem‡n de Cultura, X, 1942, pp. 17-25; J. G‡rate, El viaje espa–ol de Guillermo de Humboldt (1799-1800), Buenos Aires, 1946; H. Wido, ŇWilhelm von Humboldt und SpanienÓ, H. Jurestschcke, ed., Zu Spanienbild der Deutschen in der Zeit der AufkŠrung, Mźnster, 1997, pp. 207-239; J. M. Artola, ŇLa vocaci—n de Alexander von Humboldt y su relaci—n con Espa–aÓ, La imagen de Espa–a en la Ilustraci—n alemana, Madrid, 1991, pp. 265-288; A. Le—n, Im‡genes arqueol—gicas de la Espa–a ilustrada. El teatro romano de Sagunto, Sevilla, 2006; S. Rebok, M. Puig-Samper y M. Almagro-Gorbea, ŇWilhem y Alexander von Humboldt y la anticuaria hispana de la Ilustraci—nÓ, De Pompeya al Nuevo Mundo. La Corona Espa–ola y la Arqueolog’a en el siglo XVIII (Antiquaria Hispanica 23), Madrid, 2012, pp. 280-297; J. de Hoz, ŇWilhelm von HumboldtÓ, en D. Marzoli, J. Maier y Th. Schattner, eds., Historia del Instituto Arqueol—gico Alem‡n de Madrid. Geschichte der Madrider Abteilung des Deutchen Archaeologisches Instituts. 1, Antecedentes y fundaci—n del Departamento de Madrid (Iberia Archaeologica 4), Mainz, 2013, pp. 127-140.

[66] Cita recogida por M. A. Vega, ed., 1998, W. von Humboldt, Diario de viaje a Espa–a. 1799-1800, Madrid, pp. 13 y 25-26.

[67] Sobre sus viajes por Espa–a vŽase W. von Humboldt, 1998, op. cit. n. 66, o la siguiente edici—n, que incluye tambiŽn su correspondencia con Espa–a, as’ como la de su esposa Caroline: J. G‡rate, 1946, op. cit. n. 65. Fruto de estos viajes son sus publicaciones sobre Espa–a, vid. supra, n. 55.

[68] Para Astarloa, Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, V, 2010, pp. 813-815; para Erro, id., XVII, 2011, pp. 431-433.

[69] Die Vasken, oder Bemerkungen auf einer Reise durch Biscaya und das franzšsische Basquenland im Frźhling des Jahrs 1801 (Roma, 1805), texto publicado en GS 13, op. cit. n. 59, pp. 4-195; WfB, op. cit. n. 59, 11, pp. 418-627; ŇLos VascosÓ (traducci—n de T. de Aranzadi), Revista Internacional de Estudios Vascos, 13, 1922; ŇDiario del viaje vasco, 1801Ó (traducci—n de T. de Aranzadi), Revista Internacional de Estudios Vascos, 14, 1923; ŇBocetos de un viaje a travŽs del Pa’s VascoÓ (traducci—n de M. de Unamuno), Revista Internacional de Estudios Vascos, 15, 1924.

[70] Para sus relaciones con la lengua y el Pa’s Vasco, A. Farinelli, ŇGuillermo de Humboldt y el Pa’s VascoÓ, Revista Internacional de Estudios Vascos, XIII, 1922, pp. 257-272; A. Farinelli, M. de Unamuno y T. Aranzadi, Guillermo de Humboldt y el Pa’s Vasco, San Sebasti‡n, 1925; J. G‡rate, G. de Humboldt. Estudio de sus trabajos sobre Vasconia, Bilbao, 1933; M. Batllori, 1959, op. cit. n. 64, pp. 59-116; L. Michelena, ŇGuillaume de Humboldt et la langue basqueÓ, en L. Heilmann, ed., Wilhelm von Humboldt nella cultura contemporanea, Bologna, 1976, pp. 113-131; A. Tovar, 1980, op. cit. n. 57; J. Caro Baroja, Sobre la lengua vasca y el vascoiberismo, San Sebasti‡n, 1982; J.-D. Toledo y Ugarte, ŇTras las Huellas de Guillermo de Humboldt en el Pa’s VascoÓ, Revista Internacional de Estudios Vascos, 36,2, 1991, pp. 449-495; AAVV, ŇDossier sobre Wilhelm von HumboldtÓ, Revista Internacional de Estudios Vascos, 48, 2003.

[71] Historia General de Espa–a, 1592; 1601; ed. 1950, 1.

[72] Annio de Viterbo, Antiquitatum variarum volumina XVII, Roma, 1498.

[73] J. Caro Baroja, 1991, Las falsificaciones de la historia, Madrid, pp. 66 s.; L. PŽrez Vilatela, 1993, ŇLa onom‡stica de los ap—crifos reyes de Espa–a en Annio de Viterbo y su influenciaÓ, en J. M. Maestre y J. Pascual, eds., Actas del I Simposio sobre ŇHumanismo y pervivencia del mundo cl‡sicoÓ, C‡diz, pp. 807-819; J. A. Caballero, 2002, Annio de Viterbo y la historiograf’a espa–ola del XVI, en J. M. Nieto Ib‡–ez, ed., Humanismo y Tradici—n Cl‡sica en Espa–a y AmŽrica, Le—n, pp. 101-120.

[74] Suma de las cosas cant‡bricas y guipuzcoanas (reed. Donostia, 1944), en las que narra que Tśbal habr’a tra’do a Iberia una de las lenguas habladas en la Torre de Babel (Gen. 11), que ser’a la ibŽrica, conservada por los vascos gracias a su hero’smo.

[75] Compendio historial de las chronicas y universal historia de todos los reynos de Espa–a, Amberes, 1571.

[76] A. de Poza, 1587: De la antigua lengua, poblaci—n y comarcas de las espa–as, Bilbao, 1587.

[77] J. R. Zubiaur, 1990, Las ideas lingź’sticas vascas del siglo XVI, San Sebasti‡n. En general, Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXIX, 2012, pp. 73-75.

[78] F. Villar, 2000: Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, Salamanca, p. 59.

[79] I. Goropius Becanus), Origenes Antwerpianae, Amberes, 1572.

[80] J. Parson, 1767, The Remains of Japhet, being historical enquiries into the affinity and origins of European languages, London (reed. York, 1968).

[81] Este Diccionario es una obra de referencia en la historiograf’a de la lengua vasca, pero su Prefacio ofrece una antigua inscripci—n vasca inventada en alfabeto desconocido (Larramendi, 1745, 82), cuya traducci—n no requiere comentarios, pues da perfecta idea del ambiente cultural: A nuestro gran hacedor, los Escaldunes, de su mano y sujeci—n le erigi­mos esta tabla s—lida de metal, al tiempo que se nos han entrado la primera vez los extranje­ros de diferente lengua, para dar a entender a nuestros venideros que adoramos y muy de veras a uno solo, y no como estos huŽspedes, a tantos mentirosos y rid’culos dioses. M. Almagro-Gorbea, 2008, Los or’genes de los Vascos, Madrid, pp. 23 s.

[82] Para estos escritores, J. R. Zubiaur, 1990, op. cit. n. 77; J. J. L—pez Ant—n, 2000, Escritores carlistas en la cultura vasca. Sustrato lingź’stico y etnogr‡fico de la vasconia carlista, Pamplona, p. 16; M. Almagro-Gorbea, 2008, op. cit. n. 81, pp. 23 s.

[83] M. Batllori, op. cit. n. 64; M. Breva-Claramonte, 2008, ŇLorenzo Herv‡s (1735-1809) y la tipolog’a lingź’stica modernaÓ, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, se–ala c—mo Humboldt utiliz— la obra de Herv‡s, que juzga con dureza por recoger muchos datos con poco mŽtodo (GS, 5, p. 2), pues minusvalora a sus predecesores para engrandecer sus aportaciones, hecho frecuente en la historia de la ciencia. Para la biograf’a de Herv‡s, Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, XXVI, 2011, pp. 205-208.

[84] G. Mayans i Siscar, 1756 (1999), Introductio ad veterum inscriptionum historiam litterariam (L. Abad y J. M. Abascal, eds., Bibliotheca Archaeologica Hispana 4), Madrid, p. 96: Ňquien afirma haber le’do una l‡mina de un metal desconocido escrito en caracteres desconocidos m‡s antiguos que los romanos, cartagineses, griegos y fenicios, no dudo que hubiera le’do tambiŽn el libro de Henoch, en caso de que hoy existieraÓÉ J. Traggia, en el Diccionario geogr‡fico hist—rico de Espa–a, Madrid, 1802, replicado por P. P. de Astarloa, 1803, Apolog’a de la lengua bascongada o ensayo cr’tico filos—fico de su perfecci—n y antigźedad sobre todas las que se conocen, en respuesta a los reparos propuestos por el Diccionario geogr‡fico hist—rico de Espa–a, Madrid; Id., 1804, Reflexiones filos—ficas en defensa de la Apolog’a de la lengua bascongada o Respuesta a la Censura Cr’tica del Cura de Montuenga, Madrid; Para esta polŽmica, M. Almagro-Gorbea, op. cit. n. 82, pp. 26 s.

[85] A. Farinelli, 1922, op. cit. n. 70, se–ala que Ňalgo nuevo se hab’a despertado en la conciencia del sabio: el reconocimiento de su inclinaci—n natural al estudio de las lenguas, fundado en el estudio del car‡cter y del alma de los pueblosÉ Le servir‡ el vascuence como fundamento de sus estudios, por lo que deb’a investigarse el vascuence para llegar a las primeras fuentes de las lenguas de Europa...Ó. Sobre Humboldt y la lengua vasca, vid. supra,op. cit. n. 57; Quelle, 1935, op. cit. n. 65.

[86] W. von Humboldt, 1821, op. cit. n. 55, p. 128.

[87] Op. cit. n. 55.

[88] Bien analizada por J. de Hoz, 2013, op. cit. n. 65.

[89] M. Rodr’guez de Berlanga, 1881: Los bronce de Lascuta, Bonanaza y Aljustrel, M‡laga, pp. 56 s.; J. Caro Baroja, 1982, op. cit. n. 70, pp. 1-61; S. Pastor, 2004, ŇHumboldt, Schuchardt y MenŽndez Pidal: tres momentos del vascoiberismoÓ, V Congreso de Lingź’stica General, Le—n-2002, LŽ—n, III, pp. 2211-2224.

[90] L. J. Vel‡zquez de Velasco, Ensayo sobre los alphabetos de las letras desconocidasÉ, Madrid, 1752.

[91] F. Fita, 1878, ŇRestos de la declinaci—n cŽltica y celtibŽrica en algunas l‡pidas espa–olasÓ, La Ciencia Cristiana, Madrid.

[92] A. U. Stylow y H. Gimeno, ŇEmil HźbnerÓ, Pioneros de la arqueolog’a en Espa–a del siglo XVI a 1912, Alcal‡ de Henares, pp. 333-340. E. Hźbner, 1893, p. III, le dedic— significativamente su obra Monumenta linguae Ibericae (Berlin): Memoriae Wilhelmi de Humboldt sacrum

[93] Entre las obras esenciales de H. Schuchardt cabe destacar Die iberische Deklination, Viena, 1907. Cf. Schwerteck, 1977, ŇSchuchardt und die baskischen StudienÓ, K. Lichem y H.-J. Simon, eds., Hugo Schuchardt. Gotha 1842 - Graz 1927. Schuchardt-Symposium 1977 in Graz. VotrŠge und AufsŠtze, Wien; pp. 219-236; G. Bossong, ŇWilhelm von Humboldt y Hugo Schuchardt: dos eminentes vasc—logos alemanesÓ, Arbor, 467-468, 1984, p‡gs. 163-182; S. Pastor, 2004, op. cit. n. 89.

[94] M. G—mez Moreno, 1922, ŇDe epigraf’a ibŽrica: el plomo de AlcoyÓ, Revista de Filolog’a Espa–ola IX, pp. 341-366.

[95] J. Caro Baroja, 1954, ŇLa escritura en la Espa–a Prerromana (Epigraf’a y Numism‡tica)Ó, R. MenŽndez Pidal (ed.), Historia de Espa–a 1,3, Madrid, p. 658; J. Untermann, 1961, SprachrŠume und Sprachbewegungen im vorršmischen Hispanien, Wiesbaden; A. Tovar, 1980, op. cit. n. 57; Id., 1995, ŇEl mito del Euskera y los or’genes del Vascuence. El Idioma en el siglo XXÓ, Temas culturales Vascos 1, Madrid, pp. 31-50; L. Michelena, 1988, Sobre historia de la lengua vasca, San Sebasti‡n, pp. 66 s., 107 s., 150 s.; F. Villar, 2000, op. cit. n. 78, pp. 59 s.; F. Villar y B. M. Pr—sper, 2005, Vascos, celtas e indoeuropeos. Genes y lenguas. Salamanca; etc.

[96] J. M. de Barandiar‡n, 1934, El hombre primitivo en el Pa’s Vasco, Donostia; id. 1995, El hombre prehist—rico en el Pa’s Vasco, Hernani; X. Pe–alver, 1999, Sobre el origen de los vascos, San Sebasti‡n.

[97] C. Ortiz de Urbina, 1996, La Arqueolog’a en çlava en los siglos XVIII y XIX, Vitoria, p. 296, n. 965.

[98] J. M. Basabe, 1985, ŇLa identidad vasca y biolog’a de la poblaci—nÓ, Eukaldunak. La etnia vasca 5. Lasarte-Oria, pp. 17-32; A. J. Ammerman, L. L. Cavalli-Sforza, 1984, The Neolithic Transition and the Genetics of Population in Europe, Princeton, USA; L. L. Cavalli-Sforza, P. Menozzi y A. Piazza, 1997, The History and Geography of Human Genetics, Princeton, USA.

[99] N. Izagirre, S. Alonso y C. de la Rśa, 2001, ŇDNA analysis and the evolutionary history of the Basque population: A reviewÓ, Journal of Anthropological Research 57,3, pp. 325-344; S. Alonso, C. Flores, V. Cabrera, A. Alonso, P. Mart’n, C. Albarr‡n, N. Izagirre, C. de la Rśa, O. Garc’a, 2005, ŇThe place of the Basques in the European Y chromosome diversity landscapeÓ, European Journal of Human Genetics 13, pp. 1293–1302; A, Alzualde, N. Izagirre, S. Alonso, A. Alonso, C. Albarr‡n, A. Azkaratey, C. de la Rśa, 2006, ŇInsights into the ÔÔIsolationŐŐ of the Basques: mtDNA Lineages from the Historical Site of Aldaieta (6th–7th Centuries AD)Ó, American Journal of Physical Anthropology 130,3, pp. 394-404; C. de la Rśa, S. Alonso, y N. Izagirre, 2006, ŇTradici—n e innovaci—n de la Antropolog’a F’sica en el Pa’s VascoÓ, Homenaje a Jesśs Altuna III (Munibe 57,3), San Sebasti‡n, pp. 315-326.

[100] F. Fita, 1878, op. cit. n. 91; H. dŐArbois de Joubainville, 1894, Ç Les Celtes en Espagne Č, Revue Celtique 14, p. 357-395; 15, p. 1-61; J. Costa, 1917, Costa, J., 1917, Derecho consuetudinario y econom’a popular de Espa–a. Zaragoza (reed. 1981).

[101] J. Untermann, 1965, Elementos de un atlas antropon’mico de la Hispania Antigua, Madrid; M. L. Albertos, 1983, ŇOnomastique personnelle indigŹne de la PŽninsule IbŽrique sous la domination romaineÓ, en W. Haase, ed., Aufstieg und Niedergang der Ršmischen Welt II, 29,2, Berlin, pp. 853-892; F. Villar, 2000, op. cit. n. 78, p. 285; F. Villar y B. M. Pr—sper, 2005, op. cit. n. 95.

[102] F. Fita, 1878, op. cit. n. 91, p. 64.

[103] Humboldt 1821, op. cit. n. 55, pp. 132 y 133.

[104] J. Untermann, 1961, op. cit. n. 95.

[105] W. von Humboldt, 1821, op. cit. n. 55, p. 212; id., 1959, op. cit. n. 55, p. 201.

[106] W. von Humboldt, 1959, op. cit. n. 55, pp. 200–201.

[107] M. Almagro-Gorbea, Epigraf’a Prerromana. Real Academia de la Historia, Cat‡logo del Gabinete de Antigźedades, Madrid, 2003, pp. 60 s.; id., ŇLos ep’grafes prerromanos falsos de la Real Academia de la Historia. Una larga tradici—n historiogr‡ficaÓ, en J. Carbonell, H. Gimeno Pascual y J. L. Moralejo, eds., El monumento epigr‡fico en contextos secundarios. Procesos de reutilizaci—n, interpretaci—n y falsificaci—n, Bellaterra, 2011, pp. 161-177.

[108] M. Almagro-Gorbea, 2008.

[109] Vid. supra, n. 95.

[110] Vid. supra, n. 99.

[111] M. Almagro-Gorbea, 2008, pp. 13 s.

[112] R. Twiss, 1775-1776, Travels through Portugal and Spain, Dublin.

[113] C. Chr. Plźer, 1777, Reise durch Spanien, Leipzig.

[114] E. Fl—rez, Espa–a Sagrada, Teatro geogr‡fico-hist—rico de la Iglesia en Espa–a, vol. I-XXIX, Madrid, 1747 s.; A. Ponz, Viaje de Espa–a (18 vols.), Madrid, 1772-1794.

[115] VŽase para las biograf’as de estos personajes el Diccionario Biogr‡fico Espa–ol, Madrid, 2013.

[116] M. A. Vega, ed., 1998, p. 23.

[117] W. von Humboldt, 1799-1800, pp. 233-234.

[118] Vid. supra, op. cit. n. 55.

[119] Recogida por G. Mayans, Epistolarum libri sexÉ, Valencia, 1732. Cf. N. Bas, ŇManuel Mart’ y el reformismo ilustrado italiano de finales del siglo XVIIÓ, Bolet’n de la Real Academia de la Historia, 199,2, 2002, pp. 221-262.

[120] E. de Palos y Navarro, Disertaci—n  sobre el teatro, y circo de Sagunto, ahora villa de Murviedro,É Valencia, 1793. 

[121] J. Ortiz y Sanz, 1807, Viaje arquitect—nico-antiquario de Espa–a, Madrid, pp. 79 s.; cf. A. Canto, 2001, ŇEl Viaje arquitect—nico-antiquario de Espa–a de Fray JosŽ Ortiz y Sanz: una carta arqueol—gica de espa–a a fines del sigloXVIIIÓ, Spal 10, pp. 29-55; A. Le—n, Im‡genes arqueol—gicas de la Espa–a ilustrada. El teatro romano de Sagunto, Sevilla, 2006.

[122] Este texto corresponde a la conferencia impartida en el XXIII Encuentro Humboldt, celebrado en Madrid el 16 de junio de 2014, que va a ser publicado por la Fundaci—n Alexander von Humboldt de Espa–a. . Agradezco a su Presidente, Prof. Dr. Juan Luis G—mez Colomer, su amable autorizaci—n para publicarlo en esta ocasi—n.